Alemania,
oficialmente la República Federal Alemana, es como se deriva de su
nombre, una república federal. Eso quiere decir, entre tantas otras
cosas, que no hay rey y que tiene estados federales que la componen.
Como en tantos otros sistemas federales eso significa que cada región
delega ciertos poderes en un estado central pero, al mismo tiempo, se
reserva otras potestades. En el caso alemán, entre estas potestades
se encuentran los sistemas educativos, judiciales, el control de la
policía y algunas cosas más, como la asignación de feriados (cuyo
número es diferente en cada lugar).
Podría decirse que
se trata de un sistema bastante más federal que el argentino (lo
cual en si mismo no parece ser mucho logro) que además se ve
reforzado por la cuestión histórica. ¿Qué lo qué? Que
como Alemania se unificó tardíamente (“recién” en 1871) hasta
ese momento coexistieron una gran variedad de estados (más o menos
independientes) dentro del actual territorio alemán que eran, en
gran medida, autónomos los unos de los otros. En este esquema había
reinos como Prusia, Baviera o Sajonia, principados, ducados,
margraviatos, ciudades libres, ciudades hanseáticas... en fin, un
gran cocoliche mosaico de entidades estatales, cada
una con su propia historia, tradición y administración. Como
resultado el estado moderno no se contruyó en torno a una ciudad
desde la que se ejerció la centralización de todo. De hecho, a
diferencia de París o Londres, Berlín no es la urbe monstruosa que
todo lo concentra, a dónde HAY que ir si querés obtener algo y ni
hablar -afortunadamente- del contrapunto con Buenos Aires. Sí, es
cierto que es la capital, la ciudad más importante, la más grande y
la sede del parlamento, de la oficina del canciller y de la
presidencia. Tiene museos importantes, sí, muchísimos teatros y
todo lo demás. Pero no todo lo que pasa por Alemania pasa,
necesariamente, por Berlín.
De hecho, y a pesar
de ser la ciudad más grande, no es ni por asomo el centro industrial
más importante del país. Tampoco es su coracón tecnológico o científico. Pero no sólo eso. Hamburgo es el
principal puerto, Munich es una suerte de capital regional y cuenta
con arquitectura, tradición y museos como para rivalizar con Berlín. Fránkfurt no sólo es el mayor centro financiero del país (y la
unión europea), sino que también es sede del principal aeropuerto.
Por su parte, Colonia es sede principal de la Deutsche Welle, la
cadena de televisión pública y es centro de la industria
televisiva, Leipzig es sede de una de las cortes federales y de la
biblioteca nacional y así la lista sigue... Así las cosas nadie se
sorprenderá de que las mayores universidades no estén en Berlín.
Tampoco las más antiguas o las más prestigiosas, que se encuentran
salpicadas a los largo y ancho del país.
Casi que te puede
sorprender. En este esquema casi cada ciudad que alguna vez fuera capital de un
ducado (ni hablarde de las de los reinos) tiene su propia
filarmónica, su conservatorio y su teatro de ópera. Aunque haya
sido la capital de un margraviato más bien pequeño (y olvidado) a
la sombra de algún otro estado. Y cada región tiene su diario. Casi
cada ciudad diría, pero cada región tiene uno o dos diarios con
presencia nacional. Entonces, cuando en la radio leen los titulares,
el panorama que te hacés es muy distinto al de la lectura de cuatro
diarios de la capital porque, lo más probable es que sean de cuatro
ciudades distintas y, quién te dice, es muy posible que ninguno sea
de Berlín. Y eso que aún ni me metí con el tema de la
concentración de medios...
El punto está
claro. Hay sistemas federales y sistemas federales. No
necesariamente la descentralización tenga que ser un valor en sí
mismo. Pero, definitivamente, la idea no deja de tener sus
atractivos.
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