lunes, 6 de junio de 2016

Buntesrepublik Neustadt

Como todo barrio con personalidad, la Neustadt tiene su república; la Buntesrepublik Neustadt. Podría traducirse como la república colorida de la Neustadt. Es un juego de palabras con Bundesrepublik Deutschland (República federal de Alemania) donde la gracia está dada por la confusión entre buntes y bundes. En fin, la Buntesrepublik  es un mundo dentro de la ciudad y tiene sus propios códigos, su festival ¡y hasta su propia bandera! 
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¿Pero cómo un barrio de Dresden terminó teniendo su república ficticia con una bandera que mezcla la de la Alemania Oriental con Mickey Mouse?… como en todo, la clave, está en la historia.

El barrio nació oficialmente en 1745, cuando se realizó el trazado de las calles de esta zona. Para esa época, la otra parte de la Neustadt, la barroca, había empezado a crecer más allá de sus murallas. Así se originó el nombre (ciudad nueva exterior) y desde entonces aún se preserva el trazado de sus calles.

Primera revelación. La Auβere Neustadt tiene, formalmente, un nombre. Aunque nadie lo use (y muchos/as lo ignoremos) se llama Antonstadt. Claro que el nombre le vino dado después de que el barrio ya existiera.  El nombre debía evocar la memoria de algún rey que quería que al menos un suburbio llevara su nombre. Al parecer la idea no agradó del todo a los vecinos que ya desde antaño preferían decir que vivían en la Neustadt y no en Antostadt.

Ya en aquel tiempo los vecinos se consideraron parte de la Neustadt, así que nada de venir con nombres nuevos ni inventos raros. Además, a pesar de que el barrio tiene -oficialmente- límites muy claros, a la hora de los bifes los vecinos de los barrios circundantes también afirman vivir allí. Es más, hay quienes afirman que la verdadera Neustadt es la exterior, y que la otra, la barroca, a pesar de llevar el nombre no es el corazón del barrio.

Entre finales y mediados del siglo XIX el barrio experimentó lo que hoy definiríamos como boom de la construcción. De esa época son buena parte de los edificios de esta zona que, dicho sea de paso, tuvo la suerte de haber salido bastante ilesa del bombardeo de Dresden. Como consecuencia el barrio preserva no sólo los edificios sino también el trazado urbano del siglo XIX; veredas más bien angostas casi sin árboles, calles adoquinadas no muy anchas ni amplias y negocios en la planta baja de cada edificio.

Entre las joyas del barrio que sobrevivieron de la época se encuentran la iglesia Martín Lutero y la lechería Pfund’s. 
¿Una lechería? Sí, pero no es una lechería cualquiera. Hay quienes dicen que es la más linda del mundo.
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Difícil saber si es la más linda del mundo o no pero es cierto que  tiene su encanto. A pesar de que hoy funciona como quesería, en su época estaba dedicada a la provisión de leche. Cuenta la leyenda que en el patio hasta se podía elegir de qué vaca se quería la leche. A continuación la vaca era ordeñada en el acto y al final todos se retiraban felices del negocio con su botella.

Dejando de lado el tema de las vacas y la leche, la cuestión es que, como había dicho, buena parte del barrio se salvó del bombardeo de la ciudad. Eso no quiere decir que sus edificios hayan salido ilesos. Pero habían quedado en pie y habitables. Para Dresden en 1945 eso ya era bastante.
Con la reconstrucción nuevos criterios urbanísticos comenzaron a aplicarse en la ciudad; calles más amplias y anchas, espacios verdes, arbolado urbano. Y esta parte de la Neustadt resultaba un poco anticuada con sus calles empedradas, sus edificios viejos y sin jardín y su carencia de lugar para estacionar. La falta crónica de inversiones en el mantenimiento de las viviendas lo convirtió en un barrio gris del que muchos/as querían escapar. Y de hecho, cuando cayó el muro no fueron pocos los que se fueron para no volver. La ciudad perdió cerca de 100.000 habitantes que se fueron hacia la parte occidental. Con tantas migraciones y nuevas viviendas, la Neustadt vio vaciarse buena parte de sus edificios. Grises, viejos, vetustos, sin mantenimiento, nadie quería ya vivir allí.
Bueno, nadie no. El barrio vio llegar a nuevos inquilinos; punks, anarquistas, ocupas… que comenzaron a habitar los edificios abandonados. Con los nuevos vecinos llegó el color al barrio. Empezaron a pintar los edificios, a hacer murales en las paredes de edificios abandonados y a ponerle un poco de color a la Neustadt. Así nació el festival de la Buntesrepublik Neustadt… una vez al año se juntaban y pintaban edificios y casas, con alguna que otra banda de música tocando y con puestos de comida que los mismos vecinos cocinaban y vendían.
Pronto la Neustadt dejó de ser ese lugar aburrido y gris. Además de las paredes de colores empezaron a aparecer restorancitos italianos, chinos, turcos y, como siempre, el infaltable döner kebap. Y no sólo eso, otro público también empezó a interesarse por el barrio. La Neustadt se transformó en la meca de estudianes universitarios/as que buscaban alquileres baratos, a quienes no les importaba que los edificios no siempre estuvieran saneados y que pensaban que el barrio, definitivamente, tenía onda.
Con los estudiantes llegaron más bares, más restaurantes y comenzaron a aparecer las primeras tiendas de diseñadores. Al principio había muchas ferias americanas y negocios de ropa usada pero luego empezaron a surgir aquí y allá algunos ateliers y el barrio comenzó a cambiar su población.
Con toda esta movida en el barrio surgieron propuestas como el Kunsthofpassage... Se trata de una serie de patios internos unidos por diversos pasajes, todo pintado y lleno de restaurantes y bares. Además de la famosa pared de las canaletas...
Ya más cerca en el tiempo los hipsters empezaron a pulular por las calles de la Neustadt y junto a los restaurantitos baratos de antes empezaron a aparecer heladerías veganas y lugares de sushi. Todo con onda, claro, pero -también- con más presupuesto. Y algunos de esos edificios que habían sido abandonados comenzaron a moverse en el mercado inmobiliario. Cuando la zona comenzó a revalorizarse, los dueños y la ciudad (que también era propietaria de edificios) comenzaron a desalojar a ocupas y anarquistas, o a ofrecerles, eventualmente, alquileres relativamente baratos.
Hoy el barrio sigue mutando. Y si bien hay quienes se quejan, hay otros/as tantos/as que llegan. Como resultado hoy en la Neustadt -como en sus paredes- conviven distintas capas de habitantes… quienes se quedaron en los noventa y quienes llegaron en el 2010, punks y anarquistas, estudiantes e inmigrantes, diseñadores y hipsters.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah! ¡Estos barrios con historia! Pero, claro, historia de ahora, globalizada al final, para ver que la globalización se parece un poco en todas partes. Tal como la describían cuando empezamos a oír hablar de ella, hace ¿cuántos años?
Igual, me intriga todavía la presencia del ratón de Disney en aquella bandera. Un poco ... raro, jaja.
Saludos

Nicolás dijo...

Sí, un poco aquí y un poco allá todas las ciudades tienen barrios con historias semejantes. Empiezan semi abandonados, hay gente que le va poniendo onda, llegan más interesados, los precios suben, empieza el boom inmobiliario, de buenas a primeras el lugar se llena de hipsters y muchos de quienes participaron en la movida original tienen que irse...
Más que por lo delirante de combinar la bandera de Alemania oriental con Mickey aún no he encontrado ninguna explicación verosímil sobre el tema, pero si me topo con algua, chiflo.

Nicolás dijo...

Estuve averiguando un poco más sobre el tema de la bandera. Al parecer todo tiene varias funciones. Por un lado el Mickey tiene la función de ser algo gracioso al aparecer asociado a la bandera de Alemania Oriental. Pero también era la idea asociar dos símbolos, la bandera comunista con el Mickey capitalista en referencia a lo que estaba empezando a pasar en la Alemania de la reunificación. Inversiones y especulación inmobiliaria en lugares que habían sido símbolos de la era comunista. Más en broma que en serio. También para señalar aquello en lo que no querían convertirse. Al parecer en los noventa también hubo varias decepciones y muchos/as dijeron que el negocio inmobiliario y el consumismo no habían sido los objetivos de la resistencia del régimen de la DDR. Algo de esa crítica hay a la hora de combinar las cosas pero, como corresponde a la Neustadt, con un poquito de humor.