jueves, 9 de junio de 2016

Pillnitz y la llegada de la primavera

Con esta puede que sea la millonésima vez que lo diga pero… ¡cómo extrañaba la primavera! Siempre me gusta la llegada de la primavera. Empezás a pasar más tiempo afuera, notás que las horas de sol son más largas, día a día ves como los árboles vuelven a la vida y como los canteros empiezan a poblarse de brotes y pimpollos. Hasta las personas mejoramos nuestro humor. Es increíble lo que un poco más de calor y solcito pueden hacer.

En nuestro caso, con más razón todavía. Luego de pasar otoño e invierno en Argentina (y -justo es decirlo- una semana de primavera) llegamos aquí para disfrutar de… otra seguidilla de otoño e invierno. Búuuuuu. La zanahoria que nos hizo seguir fue pensar que en nuestro último año tendremos primavera y verano aquí y luego, primavera y verano en Argentina. Y con eso nos motivábamos cuando los días de frío cansaban y a las cuatro de la tarde ya era de noche.

En marzo, al menos yo, pude abandonar la calza térmica que tenía tatuada debajo del pantalón y logré sacarme el segundo pulóver que desde diciembre había incorporado a mi atuendo diario. En Abril nos engañaron. Nos dieron una semana de temperaturas realmente primaverales y luego, chau, listo, san-se-acabó. Volvió a bajar la temperatura y regresaron las nubes y las lloviznas. Para referirse a esta ciclotimia climática acá dicen "der April macht was er will", algo que vendría a significar -más o menos- abril hace lo que quiere. Nota al pie, mayo también. Pero con mal tiempo y todo, la primavera es la primavera. Por lo visto la naturaleza no se amedrenta por un poco de mal de tiempo. Y si ella continuó avanzando, pues bien, nosotros también.

Así que, al mal tiempo buena cara, a calzarse las camperas y a ponerse las bufandas que el parque de Pillnitz nos espera. (¡El parque y la camelia legendaria! Si no lo hiciste, podés leer Pillnitz y la camelia legendaria acá.)
Como corresponde a esta época del año, el museo estaba aún cerrado. No así el parque, el invernadero móvil de la camelia y la Casa de las palmeras. Y como es primavera el panorama era bastante distinto al que encontramos allá por octubre… Claro que ahora también es distinto. Cuando ya no quedaron más flores levantaron los bulbos y plantaron los canteros de verano.
Como habrán visto, en el parque nos esperaban quichicientos mil tulipanes, pensamientos, narcisos y jacintos. De hecho, no sé cuánto habrán gastado, pero es una millonada lo que la ciudad de Dresden invierte en tener canteros floridos en todos lados. Y el parque de Pillnitz no es la excepción.
Después de ver cuanto recoveco floral había, salimos del parque y nos dirigimos hacia las colinas donde se encuentran los viñedos que, allá lejos y hace tiempo, proveían de vino al palacio. De más está decir que lo que debía de ser una caminata corta se convirtió en una vuelta larguísima alentada por una leve pero celebrada mejora de las condiciones climáticas. Adicionalmente es cierto que en el medio le pifiamos al camino, pero está claro que valió la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Deslumbrante