Salvando la enorme excepción dada por la inexplicable pasión por las fuentes, europeos y europeas suelen tener bastante cuidado a la hora de consumir energía, agua y gas. Al menos en lo que llevamos visto de Alemania, Suiza, Austria y aledaños. Quizás en otros lugares no sea para tanto pero parece que acá sí.
El gas es el más prohibitivo de todos los recursos y su consumo está limitado al mínimo. En parte porque, al menos por acá, es algo que hay que comprarle a Rusia. De momento eso significa sentarse a charlar con Putin y eso a su vez... digamos que es un mal necesario que incluso la Merkel -tragadora de sapos hecha y derecha- trata de evitar todo lo que puede. Como consecuencia la mayoría de las cocinas son eléctricas, al igual que los termotanques y calefones. Además los edificios suelen tener una aislación térmica importante, por no mencionar los vidrios dobles o, llegado el caso, triples.
Después viene el agua. Por eso no entiendo qué cosa tienen con las fuentes. Te machacan una y otra vez que es un recurso preciado, que esto y aquello, que la cuides y todo, pero allí están las fuentes, funcionando. Y no es que son sólo la fuentes antiguas. El urbanismo germano contemporáneo padece una inexplicable fascinación crónica por fuentes y chorros de gua.
Por último, la energía eléctrica. Si bien no es tan cara, en general todo el mundo se cuida cuanto puede. Como siempre, esto aplica especialmente a los casos en que el usuario paga la cuenta. Parece que cuando es otro el que garpa la historia cambia un poco. Por eso en baños de lugares públicos, restaurantes, hoteles y hostels hay sensores de movimiento para encender y apagar las luces como así también canillas temporizadas. A veces, incluso en la ducha, lo que te obliga a tener que presionar el bendito botón cada ocho o diez segundos. O menos.
Cuando las canillas no están temporizadas suele haber algún recordatorio al respecto. No te cuelgues y cerrá la canilla después de usarla. Nuestro hostel de Budapest no fue la excepción. Hostel es una forma de decir. Ya recibirá su entrada, que merece un capítulo aparte. Por ahora digamos que era un departamento transformado en un hostel. A pesar de tener sólo dos baños nunca tuvimos que esperar ni nada. Y en honor a la verdad, fue uno de los lugares donde más cómodos estuvimos.
Volviendo al Hostel, uno de los baños tenía su acceso desde la cocina-comedor común. Junto a la puerta, una nota. El mensaje era simple. Por favor, después de usar el baño cerrá bien las canillas. El remate era espectacular: Save the world! De más está decir que el tema nos acompañó el resto del viaje.