martes, 5 de julio de 2016

Yapa vienesa: el palacio de Schönbrunn

Así como los reyes franceses tenían Versalles, los prusianos y alemanes se refugiaban en Potsdam y la familia real sajona hacía lo propio en Pillnitz, los Habsburgo establecieron su residencia veraniega en Schönbrunn.


En su momento estaba situada en las afueras de Viena, donde comenzaban los bosques donde los emperadores tenían su coto de caza. Su nombre deriva de Schönnes Brünnl, que significa “hermosa fuente”. ¿Fuente de qué? De agua natural. Cuenta la leyenda que cuando descubrieron que en el parque había un manantial de agua pura empezaron a cargar sus botellitas con ella y exigieron que no se les sirviera otra que no viniera de aquí. Tal es así que desde mediados del siglo XVII ordenaron que todos los días se trasladaran al palacio litros y litros de agua para su consumo diario. Y no sólo eso. Muchos miembros de la familia real incluso llevaban -mejor dicho, hacían que otros les llevaran- bidones con agua de la dichosa fuente cuando viajaban.


Cuando los turcos sitiaron Viena, el pequeño palacio de Schönbrunn fue destruido. Sin embargo los Habsburgo aprovecharon la situación como sólo ellos podían hacerlo. Cuando desapareció la amenaza de un nuevo ataque otomano, mandaron a construir una residencia más grande. Y sí. Una familia imperial NECESITA una residencia de verano acorde a su posición.

Como corresponde a estas situaciones, cada emperador trató de meter la cuchara cuanto pudo en el diseño del palacio y sus jardines. Sin embargo parece que María Theresa fue la que le dio el toque final. Lo amplió hasta llegar a las 1000 habitaciones, destinadas a alojar a sátrapas y sabandijas la familia imperial, la corte y sus invitados.

Seguramente pasar todo el verano en este palacio viendo las mismas caras de mantenidos y conspiradores día y noche debe haber sido un bodrio terrible resultado un poco cansador a sus majestades. Como ser emperador –o emperatriz- tiene sus ventajas, María Theresa mandó a construir un teatro en el palacio. ( Y no, no da tener que salir de casa en plena tormenta de verano). No sólo eso. El teatro tenía un programa que, en sus funciones más pedorronas más emotivas incluía obras de teatro en las que participaba la familia imperial pero alguna vez también incluyó un concurso de ópera entre Mozart y Salieri.

Mientras que María Theresa se dedicaba a gobernar, roscar y dividir Polonia con los prusianos y los rusos, parece que su marido se concentraba en el estudio de las ciencias naturales. Como ser emperador y tener un hobby son dos actividades fácilmente combinables, Francisco Esteban dispuso que se construyera un Zoológico y un Jardín Botánico en el parque de Schönbrunn.

Luego de la muerte de María Theresa y Francisco Esteban, los Habsburgo -gente amante de los nombres compuestos si los hay- se cansaron de Schönbrunn y dejaron de usarlo regularmente. De hecho, el palacio casi no fue utilizado por varias décadas hasta que Napoleón Bonaparte se hospedó en él en una de sus tantas visitas bélicas.

Recién en la época de Francisco Carlos y, fundamentalmente, de Francisco José, Schönbrunn volvió a ser utilizado como residencia de verano. Por si están perdidos entre tantos Panchos, les cuento que Francisco José fue emperador entre 1848 y 1916 (motivo por el que se lo conoce como el emperador eterno) y estuvo casado con la emperatriz Isabel, también conocida como Sissi.

Hablando de Sissi, cuenta la leyenda que en vida, lejos de la imagen hollywoodense, la emperatriz no era especialmente popular. Ni entre los nobles (que la acusaban de escapar de la corte siempre que podía y de no respetar el protocolo) ni entre los plebeyos (que la veían como una viajera caprichosa que hacía sufrir al emperador y se gastaba una millonada en ir de Grecia a Italia y de Francia a Inglaterra).

Volviendo a Francisco José, gracias a su largo reinado, se dio el gusto de ser coronado emperador austríaco a los 18 años, reprimir dos revueltas en Hungría y otras tantas en Bohemia, derribar las murallas de Viena, transformar el imperio austríaco en el austro-húngaro, ser coronado rey de Bohemia, de Hungría y emperador austro-húngaro, construir la red de tranvías de Viena, ganar la guerra de los ducados junto a Prusia, perder la guerra austroprusiana frente a Prusia, ver como Prusia fundaba el Imperio Alemán, aliarse al imperio alemán y, por si fuera poco aún haber tenido tiempo para contratar a Thomas Alva Edison (sí, el inventor de la lamparita) para dirigir la instalación de electricidad en Schönbrunn. Ah, me olvidaba. También estuvo allí cuando asesinaron a su sobrino y heredero, Francisco Fernando y él mismo declaró la guerra a Serbia que dio inicio a la Primera Guerra Mundial.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, esta gente sabía lo que hacía cuando decidía pasar unos días en el campo

Nicolás dijo...

y claro... no se llega a emperador (o emperatriz) para irse los fines de semana en carpa por ahí