Con el fin de la primera guerra mundial y el
desmembramiento del cocolichero imperio
austrohúngaro, Bohemia, Moravia y la Silesia Checa, por un lado, y
Eslovaquia, por el otro, formaron Checoslovaquia, siendo Praga elegida capital.
Obviamente esto hirió también ciertas susceptibilidades eslovacas, que
tendieron a sentirse ligeramente rezagados frente a los checos a la hora de
ocupar posiciones -reales o simbólicas- de poder.
Sumando más capas a esta historia de idas, vueltas,
empujones e invasiones, entre 1939 y 1945 la ciudad fue ocupada por el ejército
alemán. Se suponía que sería la última concesión que Francia e Inglaterra
estaban dispuestas a hacerle a Hitler. Obviamente, a los checos no les causó
gracia que Italia, Francia, Alemania e Inglaterra decidieran, en una reunión
sin representantes checos, que su país pasaría a ser ocupado por los nazis para
contentar el apetito de Hitler. Los checos trataron de resistir pero sin ayuda
externa ni apoyo de otros países no tardaron en ser ocupados, capital incluida.
Lamentablemente en ese período Praga asistió -como tantas otras ciudades- a la persecución de sus habitantes judíos. También, obviamente, comunistas,
socialistas, gitanos, nacionalistas checos, gays y lesbianas y un largo etc.
En 1945 la ciudad fue bombardeada por la fuerza aérea de
Estados Unidos que, de acuerdo con una ya larga tradición, la confundió. Al
parecer los aviones se desviaron y bombardearon Praga pensando que se trataba
de Dresden. Cuando se dieron cuenta del error trataron de subsanarlo
bombardeando también aquí.
Por cuestiones de mapa y de reparto de la torta en Europa,
Praga y Checoslovaquia quedaron del lado soviético de la cortina de acero.
Lamentablemente los eventos llevaron a checos y eslovacos a pensar que podían
criticar algo del abc del estalinismo para construir otro modelo de socialismo.
Error. Si hay algo por lo que no se conoció particularmente a Stalin ni a sus
sucesores fue por su apertura a críticas, sugerencias y modelos alternativos.
Llegados a este punto respondieron fieles a su estilo, enviando tanques y
tropas a terminar con el experimento de la primavera de Praga. Con ese
historial en mente no resulta difícil imaginar por qué en 1989, tras la caída del
muro de Berlín, el país abandonó inmediatamente el bloque socialista y, más tarde, el Pacto de
Varsovia.
Para 1993 checos y eslovacos decidieron acabar con
lo que se daba y firmar el parte de defunción de Checoslovaquia, un invento del
Tratado de Versalles de fines de la primera guerra mundial para cuya creación
ni unos ni otros habían sido consultados. De la división nacieron la República Checa y Eslovaquia.
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