En
otro país, la publicidad de los eventos culturales suele tener por objetivo
convencer a las personas de asistir al acontecimiento en cuestión. En Alemania
eso sólo es parcialmente cierto y únicamente aplicable a cierto tipo eventos
(fiestas, exposiciones) o cuando la campaña publicitaria tiene lugar con siete
u ocho meses de anticipación. ¿A qué me refiero? Alemanes y alemanas planifican
con antelación. A veces, exageradamente. A veces, tan exageradamente que en
enero la opera ya ha vendido buena parte de (cuando no todas) las localidades
de las obras que se presentarán en junio, julio y agosto. O quedan las entradas
que salen 100 o 200 euros. Sobra decir que no son -precisamente- las que nosotros queremos comprar.
Entiendo
que la SemperOper (la ópera local) tiene cierto renombre y que su público suele
planificar con tiempo qué ver. Y cuándo. Ir a la ópera no es como hacer zapping
el sábado a la noche para ver si
encuentro algo. Eso lo entiendo. Está claro. Pero lanzarse sobre los
tickets del año próximo en julio o agosto ya no puedo. Tanto me parece un poco
mucho. El año pasado, cuando veíamos (en noviembre) las publicidades de los
eventos que habrían de ocurrir en junio nos pareció un poquito exagerado. Ahora
vemos que no. Pero ¿cómo saber que voy a hacer dentro de seis o siete meses?
Agendas y calendarios. Todos/as los tienen y se venden al por mayor en las
librerías. Esto es Alemania y acá se
planifica. Por si fuera poco se planifica con tiempo.
Con
los meses descubrimos que, en general, la ópera (pero también el teatro estatal
de Sajonia, la filarmónica y ciertos festivales afines) tienen doble período de
publicidad. Primero hacen publicidad siete u ocho meses antes del evento (puede
ser más) y luego repiten la campaña con
tan sólo un mes de anticipación. Esta segunda publicidad no tiene por objeto convencer a nadie. ¿Para qué? Si las
entradas ya están vendidas o agotadas y no hay más lugares salvo que se esté
dispuesto/a a pagar unos precios ridículos. Asumimos que el objetivo debería ser otro. Imaginamos que lo que
buscan es decir “Hey, quizás las hayas comprado hace diez meses, pero no te
olvides de que tenés entradas para este evento”. Y sí, ¿quién puede recordar a
diario todo lo que ha planificado diez meses atrás?
La
verdad, el esquema nos complica la existencia. No es que necesitemos ir a la ópera. Pero queremos ir, al menos una vez. Ver
que onda. Y justificar nuestros sacos y zapatos. Por suerte contamos con un
dato. Un dato del que pocos alemanes/as pueden valerse. No porque no lo
conozcan sino porque va en contra de todos sus principios de planificación. Ir
al lobby de la ópera diez minutos antes de que empiece la obra (¡diez minutos
antes! ¡horror!) y ver si hay entradas devueltas en reventa (a precios
irrisorios). Hay que reconocerlo, es un poco más riesgoso que el método
tradicional pero, definitivamente, me resulta más simple imaginarme haciendo
eso un fin de semana que pensar qué voy a estar haciendo dentro de diez meses.
3 comentarios:
Hace poco leí una crónica de un autor brasilero que escribía sobre los innumerables significados de la palabra "mañana" para un brasilero (y esto puede extenderse a otras nacionalidades), y a su desconcierto cuando los consultaron para hacer algo, en Alemania, con muchos meses de anticipación. El tono de toda la crónica era cómico, pero coincidía con esto tan interesante que contás. Y este autor escribía desde antes de la reunificación!!!
Ahora, eso si, ¡qué sensación esa de estar esperando por entradas devueltas unos minutitos antes de la función! Experiencias extremas ambas. Y estar allí, vestidos para tener las entradas... Quedo pendiente de saber si hubo éxito (cuando hagan la prueba).
Todavía no hemos desplegado la técnica del lobby del teatro. Ya nos expondremos a la adrenalina de ir y ver qué onda. Mientras tanto, a seguir planificando. Que invitar a un compañero de trabajo a cenar no es algo que pueda ser improvisado ;)
Nada de proceder a la ligera.
:)
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