viernes, 8 de julio de 2016

Praga, un poco de historia. Capítulo 1

No sé si lo saben pero Praga está muy cerca de Dresden. Nos separan casi doscientos kilómetros y la certeza de que es un destino al que volveremos unas cuantas veces. Esperamos, a la larga, lograr conocer la ciudad más allá del río humano que fluye a lo largo de su circuito turístico. De hecho, esa fue parte de nuestra primera impresión de la capital checa. Una ciudad interesante, con edificios realmente lindos, muchísima historia, demasiados turistas y ni un rinconcito sin explotar. Por eso queremos volver, porque seguramente hay mucho que aún nos queda por ver.
Respecto de la historia de Praga, además de ver, también hay que escoger. Como en Matrix podemos elegir. Nos tomamos la píldora roja y optamos por la visión romántica o tomamos la azul y… bueno… ya veremos que pasa.

Si tomamos la pastillita roja entonces tenemos que imaginarnos a la princesa Libuše en su castillo escuchando una profecía según la cual su esposo y ella habrían de partir con rumbo a un elevado acantilado cerca del Moldava a construir un castillo y fundar una ciudad en cuya gloria se tocarían las estrellas. (Sea lo que sea que tal cosa signifique). En la profecía tal ciudad se llamaba Praga y en un intento de materializarla, habrían fundado la ciudad de la que surgió el reino de Bohemia.

Lamentablemente si tomamos la pastillita azul nos desayunamos con que el nombre de la ciudad no nace de una profecía sino de Prga, que significa “harina tostada”, haciendo alusión a la aridez del suelo en el que se construyó el castillo. Explicación menos romántica, es cierto, pero para el caso, igual de probable.

Dejando de lado las píldoras, al igual que otros lugares de Europa central, la historia de la región es una de tomas, empujones, golpes y robos. Primero estuvieron los celtas. Después vinieron los germanos y empujaron a los celtas. Más tarde aparecieron los eslavos. Se retiraron los germanos. Pero después volvieron. En el medio aparecieron los ávaros (cuidadito dónde ponen el acento), un pueblo de origen más o menos proto-turco (que no existían como tales). Después los ávaros migraron al sur para atacar al imperio bizantino pero cuando fueron derrotados volvieron, pero entonces ya estaban los eslavos y, aquí y allá, asentamientos germanos. En fin, como en todos lados, muchos menos puro de lo que los nacionalistas nos quieren hacer creer y bastante más variado de lo que habría de esperar.

Con el tiempo Praga se convirtió en el lugar donde se asentaron los reyes de Bohemia. Bohemia no es sólo la mayor región de la actual República checa, sino que también fue un reino que formó parte del Sacro Imperio Romano Germánico. Y además de ser famosa con su cristalería, algunos de sus reyes incluso llegaron a ser emperadores romanos germánicos. De hecho la ciudad se encuentra vinculada no sólo al mundo checo sino también al alemán. Pero vamos por orden, porque checo y alemán son conceptos a los que todavía no llegamos…
La ciudad creció en los alrededores del castillo de los reyes de Bohemia. El mismo que obsesionaba a Kafka -y a su alterego- a lo largo de la novela homónima
Castillo que desde hace cientos de año tiene una apariencia bastante distinta a la que debe haber tenido allá lejos y hace tiempo pero que, aún hoy, domina buena parte de la ciudad.
Junto al castillo se encuentran una basílica del período románico, además de la catedral de San Vito, el mayor edificio gótico con el que cuenta la ciudad.
Por varios cientos de años la ciudad se amontonó en esa orilla hasta que en el siglo XIII el rey Otakar II crea el barrio de Malá Strana, del otro lado del Moldova (que, dicho sea de paso, es afluente del Elba). En el siglo XIV ambas ciudades se unieron. 

Para unir la ciudad vieja con la Malá Strana se construyó el Puente de Carlos (Karl para los amigos), que es una especie de postal de la ciudad y se inició una serie de reformas en todo el pueblo.
De Otakar a Karl hay un salto. Y no me refiero a sus alturas… Otakar provenía de la dinastía prĕmyslida, la primera familia real bohemia que –según ellos- se remontaba hasta la princesa Libuše. Karl, por su parte, era de la dinastía siguiente, los Louxembourg, también conocidos como, Luxemburgo. Venían, claro está, del ahora pequeño país que está debajo de Bélgica y Holanda pero en su día fueron una de las principales dinastías germanas. Casándose aquí y allá, heredando esto y lo otro. En aquel momento –y aunque hoy parezca paradójico- el reino de Bohemia fue uno de los principales territorios del Sacro Imperio Romano Germánico. Y en Praga se fundó una de las primeras universidades del sacro imperio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindas fotos, lindos lugares. Arquitectónicamente hablando (no es que sepa algo, eso que quede claro) ya terminé con los adjetivos: impresionante, imponente, grande, lindo, colorido, ...
Sin embargo quiero decir que he disfrutado con ese cúmulo de historia, de pueblos desplazados y desplazándose, o desplazando, y eligiendo detalles para crear leyendas con profecías, princesas y estrellas, y de todo va quedando algo que se puede ver y señalar aunque no creamos mucho. Permite pensar que se puede abarcar lo inabarcable.
Saludos

Nicolás dijo...

Que conste, tampoco tengo mucha idea de arquitectura. Me guío por el principio rector de las preferencias infantiles: me gusta / no me gusta... y a veces investigo un poco sobre lo que nos gusta.
Para nosotros es super interesante investigar sobre los lugares a los que vamos antes de ir y llegar con alguna idea que nos permita ir identificando qué es lo que vemos. Porque todos estos lugares son como una cebolla desordenada. Hay capas pero ni están en orden ni son del todo homogéneas...

Anónimo dijo...

Totalmente cierto