Siento que desde que fuimos a Viena, la historia de muchas
ciudades y regiones se parece. A veces, demasiado. Estaban los celtas, más
tarde los conquistan los romanos. Fundan ciudades que crecen y que luego
-invasiones bárbaras mediante- ven reducirse hasta ser prácticamente ruinas.
Aparecen los germanos y, según el caso, algún otro pueblo que los corre o no.
Lo mismo aplica a Salzburgo. Celtas, romanos, ciudad que se llama Juvuvavum,
germanos y en el siglo VIII llegan San Ruperto dispuesto a cumplir las órdenes
del duque de Baviera Teodo que lo manda a fundar un obispado en la región para
asegurarse que los -otrora invasores y ahora- locales fuesen convertidos al
cristianismo. Parece que San Ruperto pone manos a la obra y decide en Juvuvavum
fundar su obispado. Pero el nombre del pueblo le pareció medio aburrido
o algo difícil para los germanoparlantes y decidió renombrar la ciudad: Salis
Burgium, el castillo de sal. No, no es que estuviera hecho de sal. Es sólo que el río
sobre el que se encuentra, el Salzach, se usaba en la época para el comercio de
sal, que era llevada en barcas a los largo de su curso. De Salis Burgium a
Salzburgo no hay mucho que explicar…
La fortaleza y la ciudad, vistas desde los jardines del Palacio Mirabell |
Así las cosas en el año 1077 el arzobispo Gerhard decide que el
pueblo –que ya era sede de un arzobispo- se merecía una fortaleza que sirviera
para su defensa y que -adicionalmente- le hiciera las veces de residencia. Ese
fue el origen de la fortaleza de Hohnsalzburg.
Con el tiempo la fortaleza se fue ampliando. Los Obispos la usaban
como residencia, como depósito para almacenar la sal que exportaban –que era el
origen de su riqueza- como símbolo de su poder y, claro esta, como madriguera
en la que refugiarse cuando las papas quemaban.
Cada ampliación supuso nuevas torres y murallas que fueron a
reforzar la capacidad defensiva de la fortaleza como así también su fama, ya
que por cientos años se la consideró inexpugnable. Y los asedios que resistió
dan cuenta de ello.
Al igual que en Bamberg, los obispos –y luego arzobispos- de la
ciudad se volvieron lo suficientemente poderosos como para transformarse en señores
feudales. Así que desde el siglo XIV Salzburgo se volvió independiente de
Baviera. Y su obispo, un Príncipe-arzobispo.
En los siglos XVI, XVII y XVIII el comerció de sal marchó viento en popa, por lo que la ciudad prosperó
y floreció. De esa época datan buena parte de los edificios barrocos que son
hoy uno de sus sellos característicos.
Posiblemente la ciudad esté en el imaginario colectivo de
diversas generaciones por diversos motivos. Primero, por ser la ciudad natal de
Mozart. Pero también por haber servido de escenario para Sound of Music. ¿No te suena? Entonces quizás si te suene en
español. La Novicia Rebelde. Ya sé
que existen pero, dentro de ciertos márgenes generacionales amplios, son más
bien pocos quienes no la han visto. Si no conociera bien a una de esas rara avis que jamás la vio diría que
sólo un extraterrestre podría no haberla visto luego de haber crecido en los
ochenta y los noventa.
Al igual que en la película, la historia de Salzburgo cuenta con
una serie de migraciones forzosas, expulsiones y escapes. Entre ellas se cuenta
la de más de veinte mil protestantes expulsados en 1731 por el
Príncipe-Arzobispo.
Más tarde entró en acción otro viejo conocido nuestro. Napoleón.
Cuando las tropas de Bonaparte se hicieron con Salzburgo el gobierno de la
ciudad y la región se secularizó. Es decir, dejó de corresponder al
Príncipe-Arzbispo y se traspasó a autoridades civiles. En este caso primero a
Austria, que lo perdió nuevamente a manos de los franceses. Así las cosas
Napoleón se lo otorgó a su aliado más cercano, el rey de Baviera, que no tuvo
problema en conservarlo hasta que, Waterloo y Congreso de Viena mediante, tuvo
que repartírselo con Austria. Una parte para mí, otra para vos y Salzburgo
quedó del lado austríaco, donde pasó a engrosar la lista de posesiones de los
Habsburgo. Para variar.
Volviendo a La Novicia
Rebelde, muchos austríacos ignoran completamente la existencia de tal cosa.
Al parecer fue un éxito en el mundo angloparlante y en buena parte de
latinoamérica, pero en la Europa germanófona la película es prácticamente
desconocida. Sin embargo, en el turismo los
negocios son los negocios. Y si Sound
of Music es lo que quieren los turistas, pues eso es lo que obtienen.
Existen toures y visitas en todas sus variantes –en colectivo, en bicicleta, a
pie- que recorren los más variados escenarios de la filmación.
2 comentarios:
Creo recordar una película muy aburrida ...
Jajaja... no lo digas muy fuerte, que más de un/a lector/a de este blog puede tener una taquicardia si te escucha.
Publicar un comentario