sábado, 3 de septiembre de 2016

El juego del paquete. Episodio II

Suena el timbre. No espero a nadie. ¿Qué hago? Posiblemente sea, otra vez, el cartero. Tardo un segundo en reaccionar y escucho un nuevo timbre. Está bien. Voy a ser un buen vecino. Atiendo, escucho un discurso similar al de la otra vez. Abro el portero y el cartero sube. Me da dos cajas. Uno es para la Señora S. La otra es para el Señor H. A H no lo tengo, pero a la señora S sí. Es nuestra vecina de abajo.

Recibo las cajas y voy a buscar timbre por timbre quién es el dichoso señor H. En Alemania los departamentos no tienen piso ni número. Hay puertas, timbres y buzones. La forma de detectar quien vive dónde es leer el nombre de cada casa. Y si vas a ver a alguien a algún lugar, te dicen Calle XXX, número XXX. Müller. O sea, mi amigo tiene su apellido en el portero del edificio. Así sé dónde vive. Normalmente cuando toco timbre debería responderme algo como: ah, hola. primer piso o subí, segundo piso a la izquierda.

Pero la puerta del señor H sigue sin aparecer. Así que me fijo en los buzones. Si no está ahí, no sé. Pero el apellido de H aparece en el buzón junto al de la señora S. Asunto zanjado. Los dos paquetes son de la pareja de abajo. Sí, los que nos despiertan cada mañana a las seis y media con su puchito matinal.

Dos o tres horas después siento el olor a cigarrillo entrando por la ventana de la pieza. Así que bajo, preparo mi sonrisa y repaso mentalmente mi discurso en alemán. Toco el timbre. Me abre la señora S. Hola, soy Nicolás, su vecino de arriba. La Señora S me mira medio sorprendida. Ajá, hola. Hoy vino el cartero y no estaban, me dejó esto para ustedes, digo mientras le extiendo los paquetes. ¿Para nosotros? me pregunta mi sorprendida interlocutora. Antes de que pueda responderle me vuelve a preguntar que cómo sé que son para ellos. Por el apellido, respondo. La señora S tiene un apellido eslavo, por lo que parece que su entendimiento de las reglas del mundo germánico es similar al mío. Ah, claro, dice mientras recibe las cajas. Luego cierra la puerta mientras yo caigo en la cuenta de que jamás me había agradecido lo que yo consideraba había sido toda una amabilidad por mi parte. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy divertidas estas historias de pequeñas y no tan pequeñas diferencias

Historia de Segundo año dijo...

y es que no sólo se vive de viaje y turismo en este blog... y el mundo germano se encarga de proveer nuevas historias

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo