lunes, 12 de septiembre de 2016

La capital de Baviera

Como tantas otras ciudades, Munich no tiene un día exacto de fundación. Hay un año que es el que se presupone en que la ciudad nació pero, a ciencia cierta, nada se sabe. Si se supone que fue fundada en esa época es solamente porque es la primera vez que aparece mencionada. No es un argumento infalible pero, a falta de leyenda y carbono 14, es lo que hay…
La municipalidad nueva (nueva hace trescientos años) y las torres de la Frauenkirche
Así las cosas, tomaremos por cierto el año 1158 como el de su fundación. Por suerte el origen de su no esconde ningún misterio. La ciudad surgió junto a un puente que se hizo para cruzar el río Isar muy cerca de donde se encontraba un monasterio de monjes benedictinos. La ciudad surgió allí, junto a los monjes. De hecho, Munichen significaba, precisamente, eso, donde los monjes, en el lugar de los monjes o … bueno, la idea se entiende. De ahí que el escudo de la ciudad sea un monje.

Desde allí parece que la ciudad hizo una rápida carrera que la llevó en menos de cien años a transformarse en la capital del ducado de Baviera. No está nada mal para un poblado que nació a la vera de un monasterio junto al que, de casualidad, hicieron un puente.
Si la suerte de Viena estuvo bastante atada a la de los Habsburgo y la de Dresden a los Wettin, la historia de München -como se llama en alemán- se encuentra vinculada a la de los Wiettelsbach, duques de Baviera desde el año 1180. Convertirse en capital ducal implicó para el pequeño pueblo un salto importante. Y cuando el Duque Ludovico IV (acepta la variable de Luis) de Baviera fue elegido emperador, la ciudad vivió un primer período de esplendor que se extendió gracias a su posición estratégica en la ruta de la sal.
Este período de bonanza se extendió hasta el siglo XV, con la ampliación de la  municipalidad y la construcción de la Frauenkirche, actual catedral de la ciudad y uno de sus símbolos más famosos. Obviamente, había una parte de la iglesia tras los andamios…
La municipalidad vieja
Las torres de la Frauenkirche
Al parecer los Wiettelsbach fueron siempre casi tan católicos como los Habsburgo, así que la ciudad se convirtió en uno de los mayores centros de la contrarreforma, además de ser un nido de iglesias, capillas y basílicas.
Como buenos gobernantes, con el tiempo los duques comenzaron a sentir que su antiguo castillo iba quedando un poco anticuado y que resultaba poco apropiado para una familia que decía ser descendiente del mismísimo Hércules y hasta de Carlomagno.
Uno de los tantísimos patios del palacio
Más allá de las pretensiones heráldicas, lo que sí tenían los Wiettelsbach eran ambiciones políticas. Y nada mejor que una nueva residencia para mostrar su posición, estatus y riqueza. Así nació el palacio urbano de la ciudad.
Con el tiempo cada nuevo gobernante quiso participar de la fiebre constructora, por lo que la residencia fue sucesivamente ampliada y remodelada, llegando a ser uno de los más grandes y extensos de Europa.
Todo un símbolo de la ciudad, la municipalidad con su torre ¡y una invasión de geranios!
En el siglo XVIII los duques de Baviera fueron nombrados, además, Electores. Eso quiere decir que entraron al selecto club (Hay que decirlo, para la época, cada vez menos selecto) de nobles alemanes que elegían al emperador romano germánico. Es cierto que eso elevó el estatus de la ciudad y el prestigio de los Wiettelsbach, pero aparecer en el tablero geopolítico alemán significaba también ser más propenso a sitios, tomas y saqueos. Por esa razón se reforzaron las murallas y las torres que protegían los accesos a la ciudad.
De todos modos parece que no fue suficiente. En 1632 la ciudad fue ocupada por Suecia durante la guerra de los treinta años, y en 1704 y 1742 por los austriacos.

Ya no hará falta que lo recuerde pero, Napoleón mediante, en 1806 Baviera se convirtió en reino, y Munich en su capital. Para Munich significó un nuevo período de crecimiento. En el congreso de Viena a los bávaros les fue relativamente bien y lograron conservar unos cuántos territorios que habían obtenido en el transcurso de las guerras napoleónicas. Como resultado Baviera quedó en un estatus intermedio, algo similar a la posición de Sajonia. No era Prusia o Austria, las grandes potencias del mundio germánico, pero tampoco era un estado ignoto como el ducado de Oldenburgo, la ciudad hanseástica de Rostock o un margraviato casi desconocido (con el perdón de las entelequias mencionadas). 
De este período datan el Palacio de Justicia, el Teatro, la cancillería, al igual que en Viena y en tantas otras ciudades, las anchas avenidas y grandes edificios que reemplazaron a las viejas murallas de la ciudad cuando se decidió derrumbarlas por ser obsoletas.
El palacio de Justicia del estado de Baviera. Abajo a la izquierda la cervecería,
escenario del golpe de estado de 1924. A la derecha, la cancillería de Baviera
De la misma época datan el actual edificio del Parlamento bávaro, además de la columna de la Paz, el Museo Nacional Bávaro y una larga serie de edificios neoclásicos destinados a albergar las más diversas colecciones de arte y antigüedades.
El parlamento bávaro

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Las fotos hablan: una ciudad con esas construcciones vastas, magníficas, enormes, monumentales, impresionantes, deslumbrantes, gigantes, elevadas....; no puede prescindir de mucha historia. Me encantó.
Saludos

Nicolás dijo...

Y sí, Munich tiene y bastante. De hecho, una de las cosas más difíciles de escribir sobre ciudades es decidir qué contar y que no. Y siempre es más lo que queda fuera que lo que sale en el blog...

Anónimo dijo...

Eso me imagino, aunque, como lectora, me gusta pensar que están contando lo mejor de todo. Es una tarea mucho más simple la que se hace de este lado.
:)