sábado, 29 de octubre de 2016

Ámsterdam. Segunda Parte

La gente del país de allá abajo no tardó en rebelarse. En el siglo XVI, entre impuestos, reforma protestante, invasiones e inquisición mediante, los holandeses ganaron su independencia de los Habsburgo españoles y establecieron su capital aquí, en Ámsterdam, que pronto se hizo famosa por su relativa tolerancia religiosa y su libertad de prensa en un época marcada por las persecuciones y la censura.
La ciudad creció más allá de sus canales y pronto se hicieron necesarios nuevos canales que cumplieran la doble función defensiva y facilitadora del comercio.
Un siglo después Ámsterdam entraba de lleno en su edad de oro, cuando su puerto vinculaba los mercados del Bálticos con India, Indonesia, Sudáfrica y América. Como resultado Ámsterdam se convirtió en el mayor centro financiero del mundo y el centro de un rico emporio comercial.
Pronto los ciudadanos más ricos comenzaron a construir nuevas y más lujosas residencias. Ámsterdam desarrolló su propio estilo de construcción, el renacentista holandés. No tiene mucho que ver con lo que imaginamos cuando pensamos en el Renacimiento, es cierto, pero no deja de tener lo suyo.
Nuevos canales, más comercio, nuevos productos. Especias, telas y hasta tulipanes, que generaron la primera burbuja especulativa del naciente mundo de las finanzas.
Mientras tanto, en Europa algo estaba ocurriendo. En Inglaterra la revolución industrial comenzaba a generar un nuevo tipo de capitalismo y el eje del poder estaba cambiando. Las Provincias Unidas, como se conocía a los Países Bajos en aquella época, estaban en un posición estratégica, cuando menos, complicada. Ensanguichadas entre el Saco Imperio y Francia, chocando con Inglaterra y Francia por el control de América del Norte, La India y Sudáfrica, las Provincias Unidas se involucraron en una serie de guerras que fueron perjudicando su situación hasta llegar a la ocupación francesa del país durante las guerras napoleónicas.
La arquitectura también dio cuenta de esta situación, ya que muchos arquitectos holandeses comenzaron a fusionar su estilo con el de las modas que venían de París.
El Rijksmuseum, algo así como el museo nacional de Holanda
El siglo XIX marcó una nueva edad dorada marcada por la industrialización de la ciudad, la construcción de nuevos edificios públicos y privados y la aparición de los primeros medios públicos de transporte. 
La estación de trenes de Ámsterdam

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