jueves, 27 de octubre de 2016

Ámsterdam. Primera Parte.

Me encanta cuando investigar sobre una ciudad resulta tan fácil. Y no sólo por la cantidad de información, sino también por la sencillez de las explicaciones. Ya lo dijo Sheldon de Big Bang Theory, “es elegante porque es simple”. ¿De qué estoy hablando? De Ámsterdam. O, mejor dicho, de Amstelredamme, la represa del río Amstel. Nada de discusiones lingüísticas ni de teorías enfrentadas. Es cierto, no hay leyenda encantadora tampoco, pero no se le puede pedir más  a  una ciudad que en el siglo XII era tan solo una aldea y que en el lapso de trescientos años se convirtió en el centro de un emporio mercantil.
La primera mención del pueblo es del 1275, cuando sus habitantes fueron eximidos de pagarle impuestos por el uso de puentes al Conde de Holanda, algo así como un pase libre para los peajes, nada más que sin barreras ni flechas luminosas.
Hacia el 1300 recibió el estatus de ciudad, y durante todo ese siglo la ciudad se benefició del comercio producto de su incorporación a la Liga Hanseática, una suerte de asociación de ciudades portuarias que llegó a monopolizar el comercio en los mares Báltico y del Norte a finales de la Edad Media.
De esta época data la Oudekerk, o sea, la iglesia Vieja, uno de los primeros edificios de ladrillo y piedra de la ciudad, en la que por entonces se construía, principalmente, con madera.
Testigo de este período es Het Houten Huys, una de las más antiguas casa de madera de la ciudad que haya sobrevivido a los incendios que la arrasaron y a partir de los cuales se prohibió el uso exclusivo de la madera en las construcciones. A esta prohibición debemos la imagen de Ámsterdam poblada de casas de ladrillos.
Hablando de casas de ladrillos, si te parece que algunas de estas están torcidas o medio chuecas, efectivamente, así es. Y no sólo producto del tiempo sino también del diseño original. Muchas de las casas de comerciantes en sus frentes tenían roldanas y poleas para subir productos y demases a las plantas altas. Para que los bienes que se subían no se golpearan contra las paredes ni se dañaran, las casas eran construidas en forma inclinada. Así podía subirse (casi) lo que fuera sin riesgo de golpearlo.
Volviendo a la historia, a mediados del siglo XV muchos de los condados de la región fueron reunidos, conquistados o tomados por los duques de Borgoña, que muy a su pesar, tenían dos grandes posesiones territoriales sin continuidad. Por un lado tenían el ducado de Borgoña y por el otro, como decían los duques, les pays de là bas, o sea, los países de allá abajo (siendo, acá arriba -naturalmente- Borgoña). Con el tiempo les pays de là bas se transformaron en los Países Bajos y cuando la hija del último duque de Borgoña se caso con Maximiliano de Habsburgo, la omnipresente dinastía hizo su entrada triunfal en la región. No sólo eso. El hijo de ambos, Felipe el hermoso se casó con Juana la loca (que por entonces parece que estaba más cuerda) y cuando su madre murió, Juana se convirtió en la reina de Castilla. Matrimonio va, heredero viene, los Habsburgo terminaron controlando Austria, los Países Bajos, Castilla, Aragón y las dos Sicilias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es verdad que es muy agradable encontrarse ciudades cuya primera aparición en los libros es tan diferente a los habituales "Cuenta la leyenda...". Ese: "La primera mención del pueblo es del 1275, cuando sus habitantes fueron eximidos de pagarle impuestos por el uso de puentes al Conde de Holanda,..." es una maravilla para un lugar cuya historia no se despega nunca de desarrollo del comercio.
Muy lindo conocer todo esto. Gracias.

Nicolás dijo...

Es cierto que no se le puede negar coherencia a la ciudad. El comercio estuvo desde el origen y queda claro en todo momento. También es muy significativo que la parte vieja de Ámsterdam prácticamente carezca de edificios imponentes. Por el contrario, su encanto radica en los canales, las casas de los comerciantes y sus muelles. El placer es nuestro ;)

Anónimo dijo...

Sin duda