Este septiembre (léase, el mes pasado) no sólo mis estudiantes de español de la
Volkshochschule volvieron a clases luego de unas largas vacaciones. Su profesor
hace lo propio, no sólo como docente sino también como estudiante. Sí. Volví
a tomar un curso de alemán. Pufffff.
Lunes a viernes, de nueve de la mañana a una y cuarto de
la tarde. Duración del curso, dos meses y una semana. Parece un tiempo
considerable como para hacer que mi alemán mejore considerablemente. O al
menos, en la teoría es lo que debería ocurrir.
El primer día quedó claro que se trata de un curso
bastante numeroso y variado. Tres chicos y una chica de Siria, dos chicas de
China, una polaca, una checa, una moldava, una rusa, una ucraniana, una peruana
y yo. Y Birgitt, nuestra profesora. A simple vista la composición del grupo se
parece un poco al de mi grupo de B1, claro que acá faltan algunas ucranianas y
rusas, que eran la primera minoría de mi curso anterior.
La dinámica incluye trabajo individual, en grupos de a dos
o de a tres y conversación colectiva. A los cinco minutos de empezar está claro
que esos momentos de conversación serán usados a modo de terapia colectiva. El
hecho de que el primer tema de nuestro libro sea patria e inmigración no hace más que acentuar la tendencia.
A la media hora ya no quedan dudas acerca de quién hablará más y quien
menos. Imagino que nadie se sorprenderá si digo que estoy entre los más conversadores.
Aunque, ciertamente, hay quienes me superan. Holgadamente.
2 comentarios:
¡Genial!
Empezar las clases si que es "empezar". Parece un curso superintensivo. Muchos éxitos y a seguir hablando.
A más de un mes del comienzo de clases puedo decir que sí, es un curso superintensivo, efectivamente. ¿o debería decir super-mega-archi?
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