París.
Carrefour Express de algún barrio relativamente céntrico.
Estamos
en la cola de la caja. Cuando la persona que está delante nuestro llega a la
zona de la cinta, levanta su canasto de compras y en un movimiento
tan rápido como malhumorado, lo da vuelta. Con cierto estrépito sus cosas caen
hasta la cinta. La cajera le dedica una mirada congelante que podría solucionar
todos los problemas derivados del calentamiento global. Sin embargo, el
implicado ni se da por aludido.
Cuando
llega su turno mira a la cajera (con quien aún no ha tenido diálogo) y (le)
pregunta: ¿las bolsas?
Gratis no hay, obtiene
por respuesta. Cuestan XX.
Ajh (O como sea que se
escriba la gárgara francesa que demuestra desagrado y fastidio)
…
(la cajera lo mira con cara de ¿y? ¿vas a decidir algo?)
Una
(La
cajera saca una bolsa y la tira sobre la caja). A medida que la cajera va
pasando las cosas el señor va embolsando hasta que finalmente ambos terminan.
XY euro, dice
ella entre suspiros
Él
la mira y le da una tarjeta.
Ajh, las tarjetas no funcionan,
le dice ella.
Ajh, responde él, mientra
hurga en su billetera buscando algún billete. Se ve que lo encuentra, se lo
extiende, recibe el vuelto y se va.
Nadie dice gracias, ni hasta luego, ni
nada. Nadie dijo hola tampoco. Y no es que nuestra cajera del día de la fecha estuviera especialmente malhumorada o que el señor fuera excepcionalmente descortés. O no, al menos, en lo que nosotros pudimos observar. No es que sea un fanático de la cortesía mecánica al estilo trabajador/a de call center, pero no sé, algo... un ¡hola! por lo menos.
Si esto se supone que es la cuna de la diplomacia, prefiero ni imaginarme cómo
será la vida en la casa de Donald Trump.
3 comentarios:
Hace poco, por pura ignorancia mía, descubrí que la guillotina se usó por última vez en 1977, para ajusticiar a una persona en Francia. No solo me desayuné con que soy, o fui, contemporánea de la guillotina, sino que además supe que esperaba más de Francia...
¿Está seguro que es Francia y no un supermercado cualquiera de Argentina?
Se ve que a la larga las cosas, países y personas incluidas, no siempre están a la altura de nuestras expectativas y cada tanto muestran la hilacha. Supongo que no es su culpa sino nuestra por esperar -quizás- un poco mucho.
La verdad es que en términos generales los/as parisinos/as no nos resultaron especialmente amables. Por el contrario. Y no es que sea fanático de la hiper corrección política, solamente un poco de 'hola','gracias' y 'de nada'.
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