A pesar de la modorra que rodea a Magdeburgo, así como la ven,
la ciudad es capital de un estado federal, el de Sajonia Anhalt. Y no sólo eso.
Se supone que fue fundada por el mismísimo Carlomagno en el año 805.
Magdeburgo y el Elba, el mismo río que atraviesa Dresden. Abajo, la catedral.
En el año 919 el Rey de los francos orientales (que vendrían a
ser los proto-alemanes) Enrique el Pajarero la fortificó y desde allí dirigió
la conquista de la actual Sajonia, por aquel entonces en manos de sorabos y
otros pueblos eslavos.
Más tarde la ciudad –que por entonces era más bien un pueblo-
fue obsequiada (sí, la ciudad entera, obsequiada) a la esposa de Otto I, hijo
de Enrique y fundador del estado germano medieval. Tanto Otto como su esposa se
encuentran enterrados hoy en la catedral de la ciudad.
Arriba, el interior de la catedral. Abajo, la tumba de Edith, la emperatriz que recibió la ciudad como regalo de bodas.
Claro que por aquel entonces no era la catedral ni lo sería
oficialmente hasta el año 968, cuando fue creado el arzobispado de Magdeburgo.
Para el siglo XIII la ciudad había alcanzado una población de
cerca de 20.000 habitantes y era considerada como una de las ciudades más
importantes del imperio Romano Germánico. Claro que casi nadie sabe que durante centurias fue la ciudad más habitada de la actual Alemania.
No sólo eso, sino que formó parte de
la liga Hanseástica, con cuyas ciudades comerció a través del Elba (y a través
del Elba a Hamburgo y el Mar del Norte). Hoy parece inverosímil imaginarse a
esta ciudad como un emporio portuario estando tan lejos del mar, pero en su
época el Elba era un río más que activo y la inexistencia de puentes permitía
su navegación.
A finales del siglo XV los magdeburgueses lograron elegir su
propio gobierno, que hasta entonces había dependido del arzobispo. Más o menos
por la misma época, el joven Martín Lutero completó en la ciudad la escuela
primaria. No sería la primera ni la última vez en que Lutero pasaría más de una
temporada en Magdeburgo. En 1524, ya bastante más grandecito, llegó para
asegurar la adhesión de la ciudad a la reforma protestante.
Entre otros datos de color, la ciudad tuvo (y aún conserva) la escultura ecuestre más antigua al norte de los Alpes. Sí, es más rebuscado todavía que el puente de Erfurt pero bueno, así son los ránkings.
Podríamos decir que fue el principio del fin de su edad dorada.
A lo largo de las guerras de religión que cruzaron la región de un lado al otro
la ciudad fue sucesivamente asediada, bombardeada, anexionada, liberada,
quemada, vuelta a asediar, nuevamente ocupada y saqueada. Para cuando terminó
la guerra de los treinta años, de los más de treinta mil habitantes que había
llegado a tener Magdeburgo quedaban sólo cuatro mil.
Arriba, el parlamento de Sajonia-Anhalt.
Además de más del 70% de su población, Magdeburgo perdió su
independencia, ya que fue incorporada a Prusia con un régimen un tanto especial
pero que no dejaba dudas acerca de quién llevaba la batuta.
La corte de Justicia y los Tribunales del estado.
Además de más del 70% de su población, Magdeburgo perdió su independencia, ya que fue incorporada a Prusia con un régimen un tanto especial pero que no dejaba dudas acerca de quién llevaba la batuta.
De todo esto guarda en cada esquina la ciudad algún recuerdo. Una iglesia (demasiadas) románica por acá, algo gótico por allá, un edificio barroco más acá y bueno, la historia no se iba a detener así por que sí. Edificios de la época socialista, shoppings al por mayor construidos sobre las explanadas en las que se desfilaba en otra época y hasta un monumento nacional al bonete una obra tan misteriosa como llamativa, la torre del milenio. Por lo visto, también nuestra época va dejando su huella.
2 comentarios:
Genial la Torre del Milenio, representando lo feo, supongo. Me gustan los muñequitos con las escaleritas.
Linda ciudad, sin duda.
Es un edificio que no resulta indiferente... Aunque sí, creo que queda del lado de lo "especial" y no precisamente del mejor modo.
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