Hoy
es el museo danés de historia nacional pero por varios cientos de año fue el
mayor palacio de Escandinavia y uno de los principales símbolos de la monarquía
absoluta danesa en la época en la que Dinamarca incluía Noruega, Islandia, Groenlandia y hasta algún que otro puerto en la India. Sí, en la India.
A
comienzos del siglo XV ya había un pequeño palacio aquí mismo que pertenecía a
un señor feudal menor que, como tal, tuvo que aceptar cambiárselo al rey de
Dinamarca por otra propiedad. Para algo sé es rey. Federico II de Dinamarca y
Noruega quería que el antiguo propietario supervisara en persona la ampliación
del castillo antes de entregárselo. Era un negocio redondo. Le cambiaba el
castillo por otro y encima lo hacía supervisar las obras que se le habían
ocurrido.
Y
a caprichoso, caprichoso y medio. Christian, el hijo de Federico y que había
nacido en Frederiksborg amaba tanto el castillo que no sólo decidió que fuera
su principal residencia sino que también, en un gesto de afecto desmedido por
el lugar, lo destruyó e hizo traer arquitectos desde Holanda para que le
construyeran un palacio más grande y más lujoso. Sí, ahí mismo. En 1620 el
(nuevo) palacio fue inaugurado con toda la pompa (y circunstancia) que
ameritaba el suceso.
Por
desgracia para Christian, los suecos ocuparon el palacio casi cuarenta años más
tarde. Después de recuperarlo, volvió a habitarlo pero sus descendientes no lo
usaron sino esporádicamente o para eventos especiales. Hablando de eventos,
hasta 1840 fue el lugar en el que se coronó a reyes y reinas de Dinamarca.
¿Por
qué no se siguió usando? Porque en 1859 un incendio provocó la destrucción de
una parte del palacio, que quedó semi abandonado hasta 1864, cuando fue
reconstruido y transformado en Museo Nacional danés.
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