Número
uno. Los horarios.
Como
en todo, hay excepciones pero en general todo el mundo se levanta más o menos a
la misma hora que de costumbre (adolescentes excluidos). Nadie se queda horas y
horas en la cama, por lo que el ritmo de vida no se ve muy alterado respecto de
los días de semana. Eso no quiere decir que a las ocho de la mañana todo el
mundo esté fuera, por supuesto. Como no hay que trabajar, en general se
aprovecha para preparar un desayuno más rico, más suculento o algo. Y para
desayunar en familia o, en su defecto, de modo más relajado que el usual.
Número
dos. El Brötchen.
Sábado
y domingo a la mañana las panaderías abren temprano (seis o siete, ocho como
tardísimo) porque lo habitual es el fin de semana desayunar con pan calentito
del día. Así que tempranito la gente se levanta, se viste y va a comprar sus
pancito (Brötchen) a la panadería. Y
si hay algo más alemán que desayunar temprano los fines de semana es desayunar
temprano con multitud de panes diferentes (en lo posible, más de la mitad de
las variantes tienen que ser negras y/o incluir algún tipo de semilla) y acompañarlos
con quesos, tomate, fiambres, mermeladas y nutella.
Número
dos. Actividades.
De
nuevo, no me animaría a decir que no hay excepciones pero… hacer nada, lo que
se dice NADA no está del todo bien visto. Habrá quien aproveche para hacer las
compras, estudiar algo, hacer deporte, trabajar en el jardín, pintar la casa,
limpiar (¡y ventilar!), ordenar o reparar algo. Irse a caminar, salir a andar en bici.
ALGO. Quedarse en la cama mirando tele, reflexionar sobre la inmortalidad del
cangrejo o pasar horas sacándose la pelusa del ombligo no parecen ser opciones
dignas de un fin de semana. Algo hay que hacer.
Número
tres. Trekking.
A
la mañana temprano y a última hora de la tarde, las estaciones de tren y las
paradas de tranvía y colectivo asisten al show de la partida y el regreso de
alemanes y alemanas de todas las edades que salen a hacer algo al aire libre. Parten rumbo al parque, la montaña
o el campo, dispuestos/as a pasar un día caminando, andando en bici o lo que
fuera. Y en esto no hay discriminación ni por sexo, género o edad. Con o sin bastones de trekking, con cochecito todo terreno, con mochilas
e indumentaria para todos los presupuestos, los/as que aprovechan el finde para
caminar al aire libre son, en estas latitudes, multitud. En verano e invierno.
Número
cuatro. Escapadas.
En
dos horas y medias de tren es posible llegar a Wroclaw (en Polonia), en dos se
puede estar en Praga o Berlín. En una hora, en Leipzig. La cantidad de lugares
que hay en distancias accesibles hacen que cualquier fin de semana te puedas
hacer una escapadita a algún lugar interesante. Y si es un finde largo o te
podé tomar uno o dos días de las vacaciones, el abanico de posibilidades se
amplía hasta llegar a niveles insospechados. Es cierto que no todos los
destinos que se encuentran a menos de tres horas de Dresden son lugares
paradisíacos, pero no menos cierto es que aún hay bastante de dónde elegir y
que no son pocos los lugares que tienen su encanto.
Número
cinco. Etiqueta.
Que
sea fin de semana no significa que haya que relajar la etiqueta. Aplica
especialmente para la gente mayor. Ir al teatro, al cine, a misa a la mañana o
a almorzar a un restaurante parecen ser compromisos que para algunos/as parecen
requerir cierta formalidad. Y así, el fin de semana no son pocos los hombres que
andan de saco y corbata o las mujeres con vestido y tacos.
Número
seis. El asadito.
De
más está decir que el asado propiamente dicho como evento social y oportunidad
para zamparse medio kilo de carne (de verdad vaca) no existe. En verano,
eventualmente, puede haber quien haga un grill
party o algo por el estilo. Puede
llegar, incluso, a invitar a amigos y todo. Pero, perdón, eso no es un asado. Está muy bien tener el chulengo espacial pero
tirar una especie de briquetas que se encienden en dos minutos y cocinar en
cinco minutos unos wurst y unas fetas
de carne (de cerdo o pavo) que te venden ya condimentadas, no es hacer un asado. Definitivamente... No hay hacer el fuego, esperar a que se hagan las brasas, cocinar a fuego
lento, picar algo mientras la carne se cocina… Ni hablar de la calidad (o
precio) de la carne. Menos que menos de los cortes. Y si te gustan los
chinchulines, olvídalo. Y ya que estoy con las cosas que no son hacer un asado, dejar la carne cruda en
el medio ¡menos que menos!
Número
siete. La siestita.
Este
punto también es controversial porque, como en todos lados, la siesta tiene sus amigos y
enemigos. Sin embargo, me animaría a decir que, en general, es bastante menos popular
que en Argentina. De nuevo, puede que me equivoque pero –salvo con los bebés-
en general el hábito de la siesta (y el silencio sepulcral entre las 13/14 y las
15/16) parece ser más bien excepcional. Digamos que el hábito más frecuente
pareciera ser levantarse temprano, acostarse temprano y no dormir durante la
tarde.
YAPA:
Las compras del domingo
Si
querías ir el domingo al super, al easy (o
el supermercado de la construcción que fuera), al Shopping a ver una película y
tomarte un café, renunciá ya mismo al plan. O lo programas para el sábado o
esperás a la semana siguiente. Supermercados (salvo unas pocas excepciones,
normalmente los que están en las estaciones de tren), hipermercados, negocios
de productos para el hogar y centros comerciales están -sistemáticamente-
cerrados los domingos. Quizás para alguien pueda resultar un poco molesto pero,
en el fondo, no está nada mal.
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