Regresando un poco en el tiempo, durante unos cuántos siglos el
interés del reino de Aragón había estado volcado hacia el mediterráneo. Conquistaron (o, llegado el caso, adquirieron por vía de matrimonio) el reino de
Nápoles, el de Sicilia, las islas Baleares, Cerdeña y hasta tenían algún que
otro ducado en Grecia. De hecho, los aragoneses tenían una política muy activa
en Italia que los hacía chocar a menudo con Francia y el emperador de turno. Claro
que cuando Fernando de Aragón se casó con Isabel de Castilla las cosas
empezaron a cambiar.
El naciente reino de España estuvo principalmente enfocado
en la conquista (y saqueo) de América mientras que en Europa se dedicó a
enfrentarse alternativamente con Francia e Inglaterra. Siendo que Barcelona
estaba volcada al comercio con el Mediterráneo, el cambio de política supuso un
golpe importante. Las posesiones en Grecia se perdieron y el comercio con
América se hacía principalmente a través de Cádiz y otros puertos sobre el
Atlántico.
Además, el hecho de que la corte de los
reyes católicos y sus sucesores se estableciera en territorios castellanos no
hizo más que aumentar cierta sensación de incomodidad. Cuando la capital se
estableció de forma definitiva en Madrid el descontento se hizo bastante claro
en Aragón en general y Cataluña en particular. A pesar que desde entonces ha
corrido bastante agua bajo el puente, el recelo aún existe.
De hecho, las primeras revueltas relativamente
autonomistas ocurrieron ya en el siglo XVII. Claro que en esa época no usan
semejante nombre. Y tampoco planteaban la independencia absoluta. En general
por muchos años Aragón y Barcelona habían gozado de cierta autonomía en el
gobierno local. Claro que absolutismo mediante los reyes empezaron a recortar
este margen de autogobierno. Igual los que participaban del autogobierno eran los
nobles y los comerciantes, se entiende que no era un régimen democrático ni
mucho menos.
Como suele ocurrir en estos casos, a
medida que Madrid recortaba la autonomía local el descontento iba en aumento,
hasta que, finalmente, la cosa se puso seria. En el siglo XVIII los
barceloneses (o al menos los ricos) se rebelaron y expulsaron a las autoridades
designadas por los reyes de España. Por su parte, las fuerzas realistas
tuvieron la ciudad sitiada por meses y cuando lograron contener la revuelta,
actuaron con el tacto con el que lo hicieron en América. Fusilaron a los
líderes, prohibieron el uso y enseñanza del catalán y decidieron eliminar
cualquier vestigio de autonomía.
Recién a finales del siglo XVIII y sobre
todo, en el XIX, la ciudad se sacudió un poco la modorra y comenzó el proceso de desarrollo económico
que habría de posibilitar, en tantas cosas, el resurgimiento de la cultura
catalana y el modernismo. Ahora sí, se realizó en ensanche, el trazado de la
ciudad más allá de sus murallas, que dicho sea de paso, fueron derribadas en
esta época.
Industrialización mediante, Barcelona en
particular y Cataluña en general se convirtieron en una de las zonas más
modernas y ricas de España. Y, claro, ¿de qué sirve el dinero sino para ganar
más dinero y ostentar? El ensanche proveyó ambas posibilidades. Las familias
ricas proyectaron edificios que les permitieran mostrar su nuevo estatus
económico y, de paso, participaron de un lindo negocio inmobiliario, ya que
preservaron la propiedad de sus edificios y alquilaron las viviendas a ricos
menos ricos o, eventualmente, a los cada vez más numerosos/as trabajadores/as
que llegaban a Barcelona en busca de empleo.
Arriba, arco del Triunfo de Barcelona, construido en 1888 con motivo de la Exposición Universal. Abajo, la fuente del parque de la ciudadela, también construida para lucirse durante la exposición. |
A finales del siglo XIX y luego a
principios del siglo XX ocurrieron dos eventos importantes que enriquecieron el
patrimonio arquitectónico de la ciudad: La Exposición Universal de Barcelona y
la Feria Mundial. Se
trataba de grandes muestras en las que las principales potencias se auto
celebraban, despilfarraban dinero, alardeaban de sus capacidades industriales
o, eventualmente, trataban de hacerlo.
Arriba, Plaza de España, construida en 1929. Al fondo se ve el viejo Palacio de Exposiciones, hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña, que también está en la foto de abajo. |
1 comentario:
¡Qué hermosos lugares!
Además, el título de la primera entrada: Barcelona, la leyenda; excelente.
Se ve que ha sido un lindo paseo.
Saludos
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