sábado, 1 de julio de 2017

Now, this is a castle

En general no contratamos excursiones. Somos dos ratones, es cierto. En parte es por eso, en parte es porque cuando vamos a un lugar tenemos una idea muy específica de lo que queremos ver y hacer. También porque queremos movernos a nuestro propio ritmo y desde nuestro viaje a París tenemos una nueva razón. Evitarnos la tortura de escuchar los comentarios olvidables de los turistas con los que te ves obligado a compartir una combi.

Mientras planeábamos nuestro viaje a París pensamos que podíamos aprovechar para ir al valle del Loira. Mejor me hago cargo, principalmente, yo quería ir y Diego se entusiasmó con la idea. Después de investigar mucho llegué a la triste conclusión de que o bien disponíamos de tres días para recorrer la región o bien tendríamos que contratar una excursión. El sistema de transporte no está pensado para que alguien visite los principales atractivos del valle en tiempo récord y la descoordinación de trenes con colectivos casi parece decir “o venís en auto o te buscás una agencia que te traiga”. Así las cosas no hay que imaginar mucho. Por obvias razones optamos por lo segundo.

La combi a la que nos asignaron nos incluía a nosotros dos junto a cinco personas más, todos ellos de Estados Unidos (aunque bien pudiera haber alguna australiana o canadiense colada). Nuestro chófer/guía era un parisino que nada tendría que envidiarle a ningún taxista de Buenos Aires. Más allá de saber sobre la historia del valle del Loira y de los palacios que habríamos de visitar, estaba versado en política internacional, elecciones de Estados Unidos, turismo global y hábitos de consumo de los orientales que visitan París. En particular de los japoneses, cuya pasión desmedida por el consumo sería la responsable de los altos precios de París. ¿En serio? Sí, en  serio. Al menos, en la opinión de nuestro guía.

Hay que reconocer que la ida resultó mucho más esclarecedora sobre el pasado de Francia y el valle del Loira que el trayecto de regreso. El viaje de ida discurrió entre la historia de la región y la de los castillos que habríamos de visitar. El viaje de vuelta tuvo como temas de conversación a Donald Trump, Hillary Clinton, la elecciones en Yanquilandia, los sistemas impositivos francés y estadounidense, la inseguridad en París y las pautas de consumo de los orientales, entre tantos otros temas.

Pero mejor voy en orden. Combi. Pasajeros. Chófer. Todos arriba y listos para comenzar la excursión. Primer destino, el castillo de Chennonceau. Entre otras cosas, famoso por estar construido sobre el río Loira y por haber albergado a Catalina de Médicis. Luego pasamos por Cheverny, en el medio vimos algún que otro castillo de rebote y, por último, llegamos a Chambord.

Yo no voy a negar que Chambord sea un palacio que llame la atención. Está bien. Es el segundo castillo más grande de Francia después de Versalles, tiene unas torres inmensas que se ven desde kilómetros de distancia y un parque que es más grande que el área urbana de París. Hasta acá, todo bien. Ahora, de ahí a que una nuestras compañeras de vieja se viera en la necesidad de exclamar en voz alta “Now, THIS is a castle”, bueno, hay una distancia. A ver mamita ¿el resto no eran castillos? ¿dónde tenés la vara con la que medís cuando un castillo vale la pena o no? ¿cuántos metros cuadrados tiene que tener un castillo para que merezca ser visitado? ¿qué esperabas? ¿qué todos fueran el castillo de Disney? ¿o en lugar de ver los lugares históricos originales hubieras preferido que te armaran una escenografía con castillos más imponentes, con más torres y balcones?
Este sí. NOW THIS IS A CASTLE

Apenas bajamos de la combi nos aseguramos de poner una distancia prudencial entre nosotros y la señora antes de descostillarnos de la risa con ella. Acto seguido, recorrimos Chambord a nuestras anchas y a la hora señalada regresamos al punto de encuentro señalado. Uno, dos, tres.. siete. Estamos todos. Arriba que nos vamos… Podría decirse que estábamos todos contentos. Nosotros porque habíamos logrado ver parte del valle del Loira en tiempo récord (además de habernos reído un rato largo gracias la observación de nuestra compañera de viaje), la señora, porque FINALMENTE había visto un castillo DE VERDAD y nuestro guía-chófer, porque sabía que iba a tener por dos horas más un público cautivo que no iba a poder hacer otra cosa que no fuera escuchar sus explicaciones acerca de los males de Francia, Estados Unidos y el mundo.
Este no. Para agunos/as turistas no sería un auténtico castillo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, pienso que tal vez más de una vez se hacen esos comentarios. Creo que en mi caso habría sido por la sorpresa, es decir: la sola vista de Este castillo descalifica a los anteriores. Lo que sería, por supuesto, una pena. Curiosamente, me identifiqué con la compañera de combi. Me ha pasado igual en ocasión de releer algún libro, descubrirme reflejada en un personaje diferente al de la primera lectura. Ni hablar de que en alguna época, habría asegurado que no me "veía" a mi misma en ninguno.
Muy interesante anécdota, me dejó reflexionando. Disfruté mucho con las fotos que la ilustran.