En general no contratamos excursiones. Somos dos ratones,
es cierto. En parte es por eso, en parte es porque cuando vamos a un lugar
tenemos una idea muy específica de lo que queremos ver y hacer. También porque
queremos movernos a nuestro propio ritmo y desde nuestro viaje a París tenemos
una nueva razón. Evitarnos la tortura de escuchar los comentarios olvidables de
los turistas con los que te ves obligado a compartir una combi.
Mientras planeábamos nuestro viaje a París pensamos que
podíamos aprovechar para ir al valle del Loira. Mejor me hago cargo,
principalmente, yo quería ir y Diego se entusiasmó con la idea. Después de
investigar mucho llegué a la triste conclusión de que o bien disponíamos de
tres días para recorrer la región o bien tendríamos que contratar una
excursión. El sistema de transporte no está pensado para que alguien visite los
principales atractivos del valle en tiempo récord y la descoordinación de
trenes con colectivos casi parece decir “o
venís en auto o te buscás una agencia que te traiga”. Así las cosas no hay
que imaginar mucho. Por obvias razones optamos por lo segundo.
La combi a la que nos asignaron nos incluía a nosotros dos
junto a cinco personas más, todos ellos de Estados Unidos (aunque bien pudiera
haber alguna australiana o canadiense colada). Nuestro chófer/guía era un
parisino que nada tendría que envidiarle a ningún taxista de Buenos Aires. Más
allá de saber sobre la historia del valle del Loira y de los palacios que
habríamos de visitar, estaba versado en política internacional, elecciones de
Estados Unidos, turismo global y hábitos de consumo de los orientales que
visitan París. En particular de los japoneses, cuya pasión desmedida por el
consumo sería la responsable de los altos precios de París. ¿En serio? Sí,
en serio. Al menos, en la opinión de
nuestro guía.
Hay que reconocer que la ida resultó mucho más
esclarecedora sobre el pasado de Francia y el valle del Loira que el trayecto
de regreso. El viaje de ida discurrió entre la historia de la región y la de
los castillos que habríamos de visitar. El viaje de vuelta tuvo como temas de
conversación a Donald Trump, Hillary Clinton, la elecciones en Yanquilandia,
los sistemas impositivos francés y estadounidense, la inseguridad en París y
las pautas de consumo de los orientales, entre tantos otros temas.
Pero mejor voy en orden. Combi. Pasajeros. Chófer. Todos
arriba y listos para comenzar la excursión. Primer destino, el castillo de
Chennonceau. Entre otras cosas, famoso por estar construido sobre el río Loira
y por haber albergado a Catalina de Médicis. Luego pasamos por Cheverny, en el
medio vimos algún que otro castillo de rebote y, por último, llegamos a
Chambord.
Yo no voy a negar que Chambord sea un palacio que llame la
atención. Está bien. Es el segundo castillo más grande de Francia después de
Versalles, tiene unas torres inmensas que se ven desde kilómetros de distancia
y un parque que es más grande que el área urbana de París. Hasta acá, todo
bien. Ahora, de ahí a que una nuestras compañeras de vieja se viera en la
necesidad de exclamar en voz alta “Now, THIS is a castle”, bueno, hay una
distancia. A ver mamita ¿el resto no eran castillos? ¿dónde tenés la vara con
la que medís cuando un castillo vale la pena o no? ¿cuántos metros cuadrados
tiene que tener un castillo para que merezca ser visitado? ¿qué esperabas? ¿qué
todos fueran el castillo de Disney? ¿o en lugar de ver los lugares históricos originales
hubieras preferido que te armaran una escenografía con castillos más imponentes,
con más torres y balcones?
Este sí. NOW THIS IS A CASTLE
Apenas bajamos de la combi nos aseguramos de poner una
distancia prudencial entre nosotros y la señora antes de descostillarnos de la
risa con ella. Acto seguido, recorrimos Chambord a nuestras anchas y a
la hora señalada regresamos al punto de encuentro señalado. Uno, dos, tres..
siete. Estamos todos. Arriba que nos vamos… Podría decirse que estábamos todos
contentos. Nosotros porque habíamos logrado ver parte del valle del Loira en
tiempo récord (además de habernos reído un rato largo gracias la observación de
nuestra compañera de viaje), la señora, porque FINALMENTE había visto un
castillo DE VERDAD y nuestro guía-chófer, porque sabía que iba a tener por dos
horas más un público cautivo que no iba a poder hacer otra cosa que no fuera
escuchar sus explicaciones acerca de los males de Francia, Estados Unidos y el
mundo.
Este no. Para agunos/as turistas no sería un auténtico castillo.
1 comentario:
Bueno, pienso que tal vez más de una vez se hacen esos comentarios. Creo que en mi caso habría sido por la sorpresa, es decir: la sola vista de Este castillo descalifica a los anteriores. Lo que sería, por supuesto, una pena. Curiosamente, me identifiqué con la compañera de combi. Me ha pasado igual en ocasión de releer algún libro, descubrirme reflejada en un personaje diferente al de la primera lectura. Ni hablar de que en alguna época, habría asegurado que no me "veía" a mi misma en ninguno.
Muy interesante anécdota, me dejó reflexionando. Disfruté mucho con las fotos que la ilustran.
Publicar un comentario