Número
uno. El español
Quienes
estudian español en Alemania tienen -en general- un objetivo de bastante claro,
léase, viajar a España. No es el de todos/as, obviamente, pero en el proceso
siempre pueden hacerlo. Como resultado, la mayoría de los/as estudiantes está
especialmente interesada en aprender español de España. Con vosotros, el ceceo y la
mar en coche. Es cierto que yo sigo hablando a lo argentino, pero no menos
cierto es que a pesar de que yo no lo use, muchos ya usan el vosotros, el tú y
el ceceo.
Número
dos. El libro
Hay
libros buenos pero en general… Mamita… unas cosas aburridísimas sin la menor
lógica. Empiezan por cualquier lado y cuando están enseñando los primeros
verbos regulares salen con cosas del estilo de “venga tío, que nos vamos de
tapas” o “este bar está que flipa”. Esa es otra cosa que no me gusta. Los
libros son españolísimos. No porque vengan necesariamente de España (muchos se
imprimen en Alemania y traen ¡horror! instrucciones, consignas y lecturas en
alemán) sino porque los diálogos, la pronunciación, los personajes
famosos, las expresiones y las lecturas están excesivamente centradas en
España. Está bien que haya mucha información de España, estamos en Europa. Pero
que la mitad (o más) del libro esté dedicado a lecturas, personajes e historia
de España no me parece. Más cuando son en su mayoría ediciones –teóricamente- internacionales. ¡Y olé!
Número
tres. El idioma de la clase
En
general, buena parte de los/as estudiantes espera que su profesor/a les hable
en alemán. No way José. Es tur mir Leid
¡pero no! Es una clase de español, el idioma principal de aprendizaje debería
ser el español. Sí, estamos en Alemania, pero igual. ¿Quién aprendió inglés en
una clase en la que se habla principalmente español? De todos modos, si a la
segunda o tercera explicación en español no está claro, bueno, lo vemos. Claro
que dependiendo de mi alemán, están medio al horno…
Número
cuatro. Formalidad
Como
todo en Alemania, las clases suelen desenvolverse en un clima de mayor
formalidad. Al menos al inicio. Pasar del USTED al TÚ cuesta. Igual, no me
puedo quejar. Casi siempre me han tocado estudiantes muy simpáticos/as y, quien
más, quien menos, al poco tiempo de clases, todos/as nos sentimos más cómodos.
Es cierto que el hecho de que nos veamos una vez por semana hace que tardemos
más tiempo en crear cierta familiaridad que cuando ves a alguien casi a diario
en seguida sentís. Pero no menos cierto es que cuando el grupo funciona, en el
largo plazo terminamos viéndonos por mucho más tiempo, por caso, hay grupos que
funcionan por años con el mismo docente.
Número
cinco. La lista
La
lista de clase -tanto para los cursos de español como para cualquier otra cosa
en general- siempre aclara cuando alguien es
doctor o doctora. Es curiosa la fijación que parece haber con el tema. No dice
si alguien es licenciado/a, ingeniero/a, panadero/a, verdulero/a o analista.
Pero si es doctor/a, sí. Y si es un Herr Doktor Professor / Frau Doktor
Professor, también. Claro que cuando paso lista, lo mismo da. No leo el título
de nadie y listo, a otra cosa, mariposa.
Número
seis. Las dudas
¿Está
todo claro? ¿alguien tiene alguna duda? Crick, cick (léase, sonido de grillo)…
¿ninguna duda? crick, crick … Al principio cuesta que alguien diga emmm, perdón, no entendí nada. Y juro
que no miro a la gente con odio cuando no entiende. A veces nadie dice nada, y
si no miro las caras de desesperación, ni me entero de cómo viene la mano. Como
el clima de la clase, es otro tema que vamos construyendo a lo largo del tiempo.
Número
siete. El ceceo
Uno
de los grandes misterios de la humanidad. La energía que los profesores/as
españoles/as (léase, de España) ponen en que sus estudiantes ceceen. Y si hay
algo que les cuesta a los alemanes es cecear. Muy seguido de hablar con la ese
española, que no es la nuestra. Y se vuelven locos/as… Y sus profesores/as
siguen insistiendo con la zeta. ¿Para qué? Decime… si al final, hacer o no
hacer la zeta española no le cambia la vida a nadie. En América latina nadie
cecea y todos vivimos felices (al menos en relación con este tema). ¿Qué
necesidad tenés de arruinarle la clase a tus estudiantes insistiendo con la
zeta (y las ce y ci)? O sea, entiendo que para los/as españoles/as el ceceo sea lo más normal del mundo, que hablen así y que enseñen a hacerlo. Perfecto. Pero
que se ensañen en lograr un ceceo perfecto por parte de sus estudiantes, no. En general, cuando les digo que los latinoamericanos no solemos
diferenciar s de z/c abren los ojos y cuando preguntan si no es un error no
hacerlo y les digo que no, suelen poner unas caras de felicidad y liberación que
no dan lugar a dudas.
YAPA
I. El/la jefe/a
Siguiendo
el patrón de formalidad local, durante mi primer año, los mails con mi jefa
iban dirigidos a Mi muy estimada Señora XX y, en su caso, a Mi muy estimado
Señor Strangis. Ahora que ya hemos roto el hielo, nos dirigimos al otro como
Querido Señor Strangis, Querida Señora XX. Y siempre de usted. De todos modos,
y a pesar de tanta formalidad –que por otra parte es lo usual por estos pagos-
tengo que decir que mi jefa en la Volkshochschule está en el top ten de las
alemanas más simpáticas, amables y cálidas que conozco.
YAPA
II. Horarios y cansancio
Después
de años (una década en Argentina, parece mentira che) de dar clases a extranjeros
que, principalmente, estaban de vacaciones, acá trabajo con personas que
trabajan, estudian o, si están jubilados/as igual tienen sus obligaciones y
compromisos. A las siete de la tarde la mayoría llega a la clase después de una
jornada de trabajo y ya con cierto cansancio a cuestas. Atrás quedó arrancar
las clases fresquitos/as a la mañana y más atrás todavía, la gente que está de
vacaciones.
2 comentarios:
Como alumna actual de un curso de idiomas que realizo una vez por semana, después de trabajar, doy fe de cuanto del esfuerzo para conducir la clase proviene exclusivamente del docente.
A veces me siento a admirar cómo logra sacarnos de la catatonia de las seis/siete de la tarde a puro ánimo y charla. Muchas veces tiemblo cuando dice: Ahora vamos a hacer una actividad, júntense con dos personas con las que no hayan trabajado todavía. Y pienso: ¿A ésta hora?
jajaja
Mi sincera admiración para los docentes de idiomas cuyo público no trae todas las luces. Soy exactamente una más de esa audiencia.
Saludos
Jajajaja... Y siempre viene bien sentarse del otro lado. Para mí tomar clases en el mismo lugar donde trabajo me ayuda a ganar un poco de perspectivas, aprender y sacar ideas. Igual tengo que reconocer que los grupos que tengo mas tarde siempre le ponen muchísima onda.
Publicar un comentario