lunes, 3 de julio de 2017

Encuentre las siete diferencias: enseñando español

Número uno. El español
Quienes estudian español en Alemania tienen -en general- un objetivo de bastante claro, léase, viajar a España. No es el de todos/as, obviamente, pero en el proceso siempre pueden hacerlo. Como resultado, la mayoría de los/as estudiantes está especialmente interesada en aprender español de España. Con vosotros, el ceceo y la mar en coche. Es cierto que yo sigo hablando a lo argentino, pero no menos cierto es que a pesar de que yo no lo use, muchos ya usan el vosotros, el tú y el ceceo.

Número dos. El libro
Hay libros buenos pero en general… Mamita… unas cosas aburridísimas sin la menor lógica. Empiezan por cualquier lado y cuando están enseñando los primeros verbos regulares salen con cosas del estilo de “venga tío, que nos vamos de tapas” o “este bar está que flipa”. Esa es otra cosa que no me gusta. Los libros son españolísimos. No porque vengan necesariamente de España (muchos se imprimen en Alemania y traen ¡horror! instrucciones, consignas y lecturas en alemán) sino porque los diálogos, la pronunciación, los personajes famosos, las expresiones y las lecturas están excesivamente centradas en España. Está bien que haya mucha información de España, estamos en Europa. Pero que la mitad (o más) del libro esté dedicado a lecturas, personajes e historia de España no me parece. Más cuando son en su mayoría ediciones –teóricamente- internacionales. ¡Y olé!

Número tres. El idioma de la clase
En general, buena parte de los/as estudiantes espera que su profesor/a les hable en alemán. No way José. Es tur mir Leid ¡pero no! Es una clase de español, el idioma principal de aprendizaje debería ser el español. Sí, estamos en Alemania, pero igual. ¿Quién aprendió inglés en una clase en la que se habla principalmente español? De todos modos, si a la segunda o tercera explicación en español no está claro, bueno, lo vemos. Claro que dependiendo de mi alemán, están medio al horno…

Número cuatro. Formalidad
Como todo en Alemania, las clases suelen desenvolverse en un clima de mayor formalidad. Al menos al inicio. Pasar del USTED al TÚ cuesta. Igual, no me puedo quejar. Casi siempre me han tocado estudiantes muy simpáticos/as y, quien más, quien menos, al poco tiempo de clases, todos/as nos sentimos más cómodos. Es cierto que el hecho de que nos veamos una vez por semana hace que tardemos más tiempo en crear cierta familiaridad que cuando ves a alguien casi a diario en seguida sentís. Pero no menos cierto es que cuando el grupo funciona, en el largo plazo terminamos viéndonos por mucho más tiempo, por caso, hay grupos que funcionan por años con el mismo docente. 

Número cinco. La lista
La lista de clase -tanto para los cursos de español como para cualquier otra cosa en general- siempre aclara cuando alguien es doctor o doctora. Es curiosa la fijación que parece haber con el tema. No dice si alguien es licenciado/a, ingeniero/a, panadero/a, verdulero/a o analista. Pero si es doctor/a, sí. Y si es un Herr Doktor Professor / Frau Doktor Professor, también. Claro que cuando paso lista, lo mismo da. No leo el título de nadie y listo, a otra cosa, mariposa.   

Número seis. Las dudas
¿Está todo claro? ¿alguien tiene alguna duda? Crick, cick (léase, sonido de grillo)… ¿ninguna duda? crick, crick … Al principio cuesta que alguien diga emmm, perdón, no entendí nada. Y juro que no miro a la gente con odio cuando no entiende. A veces nadie dice nada, y si no miro las caras de desesperación, ni me entero de cómo viene la mano. Como el clima de la clase, es otro tema que vamos construyendo a lo largo del tiempo.

Número siete. El ceceo
Uno de los grandes misterios de la humanidad. La energía que los profesores/as españoles/as (léase, de España) ponen en que sus estudiantes ceceen. Y si hay algo que les cuesta a los alemanes es cecear. Muy seguido de hablar con la ese española, que no es la nuestra. Y se vuelven locos/as… Y sus profesores/as siguen insistiendo con la zeta. ¿Para qué? Decimesi al final, hacer o no hacer la zeta española no le cambia la vida a nadie. En América latina nadie cecea y todos vivimos felices (al menos en relación con este tema). ¿Qué necesidad tenés de arruinarle la clase a tus estudiantes insistiendo con la zeta (y las ce y ci)? O sea, entiendo que para los/as españoles/as el ceceo sea lo más normal del mundo, que hablen así y que enseñen a hacerlo. Perfecto. Pero que se ensañen en lograr un ceceo perfecto por parte de sus estudiantes, no. En general, cuando les digo que los latinoamericanos no solemos diferenciar s de z/c abren los ojos y cuando preguntan si no es un error no hacerlo y les digo que no, suelen poner unas caras de felicidad y liberación que no dan lugar a dudas.

YAPA I. El/la jefe/a
Siguiendo el patrón de formalidad local, durante mi primer año, los mails con mi jefa iban dirigidos a Mi muy estimada Señora XX y, en su caso, a Mi muy estimado Señor Strangis. Ahora que ya hemos roto el hielo, nos dirigimos al otro como Querido Señor Strangis, Querida Señora XX. Y siempre de usted. De todos modos, y a pesar de tanta formalidad –que por otra parte es lo usual por estos pagos- tengo que decir que mi jefa en la Volkshochschule está en el top ten de las alemanas más simpáticas, amables y cálidas que conozco.

YAPA II. Horarios y cansancio
Después de años (una década en Argentina, parece mentira che) de dar clases a extranjeros que, principalmente, estaban de vacaciones, acá trabajo con personas que trabajan, estudian o, si están jubilados/as igual tienen sus obligaciones y compromisos. A las siete de la tarde la mayoría llega a la clase después de una jornada de trabajo y ya con cierto cansancio a cuestas. Atrás quedó arrancar las clases fresquitos/as a la mañana y más atrás todavía, la gente que está de vacaciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como alumna actual de un curso de idiomas que realizo una vez por semana, después de trabajar, doy fe de cuanto del esfuerzo para conducir la clase proviene exclusivamente del docente.
A veces me siento a admirar cómo logra sacarnos de la catatonia de las seis/siete de la tarde a puro ánimo y charla. Muchas veces tiemblo cuando dice: Ahora vamos a hacer una actividad, júntense con dos personas con las que no hayan trabajado todavía. Y pienso: ¿A ésta hora?
jajaja
Mi sincera admiración para los docentes de idiomas cuyo público no trae todas las luces. Soy exactamente una más de esa audiencia.
Saludos

Historia de Segundo año dijo...

Jajajaja... Y siempre viene bien sentarse del otro lado. Para mí tomar clases en el mismo lugar donde trabajo me ayuda a ganar un poco de perspectivas, aprender y sacar ideas. Igual tengo que reconocer que los grupos que tengo mas tarde siempre le ponen muchísima onda.