Después de la caída del imperio romano pero antes de la conquista árabe Toledo fue la capital del reino visigodo, controlado por la tribu germánica en cuestión. Los visigodos se convirtieron al cristianismo y adoptaron un estilo de arquitectura bastante peculiar, con influencias románicas, bizantinas y de medio oriente. Esta es una de las pocas capillas visigodas que ha logrado sobrevivir, no sin ciertos retoques:
De las muchas mezquitas que existieron en Toledo durante el período del califato una gran cantidad fue convirtida en iglesias y capillas católicas. Si bien en algunos casos los exteriores preservaron algún tipo de característica arquitectónica musulmana, en otros las remodelaciones sucesivas fueron desdibujando ese caracter. Hoy, una de las pocas mezquitas sobrevivientes se encuentra en las inmediaciones del antiguo barrio judío.
Como imaginarán, en el barrio judío no sólo hay mezquitas. Obviamente también hay sinagogas, aunque algunas de ellas fueron transformadas en los siglos posteriores a la reconquista y cuando moros y judíos fueron finalmente expulsados de España, confiscadas. La Sinagoga de Santa María la Blanca es un buen ejemplo de estos avatares: luego de la expulsión de la población judía funcionó sucesivamente como capilla católica, cuartel y depósito. Afortunadamente, a pesar de tan diversas funciones el edificio se las arregló para preservar mayormente su estilo original.
Donde se encontraba la catedral católica del período visigodo, los musulmanes edificaron la gran mezquita de la ciudad. No es casual. La geografía, la arquitectura y el urbanismo expresan no sólo ideología sino también relaciones de poder. Vivir en tal o cual barrio, estar en la parte alta o baja, ocupar tal o cual lugar son acciones que muestran quién es quién en la política y la economía.
Por eso, cuando los castellanos se aseguraron el control de Toledo procedieron a destruir la mezquita y sobre los restos del antiguo altar de la catedral visigoda construyeron una inmensa iglesia de un estilo bastante indefinido pero que en su interior ciertamente tiene mucho de lo que era en aquella época el último grito de la moda: el gótico.
Dado
que Toledo había sido la última capital visigoda y, por lo tanto,
sede del arzobispo prelado (o sea, el principal de los obispos en el
país) se puso especial empeño (y presupuesto) en su construcción.
Aún hoy la sede del arzobispo prelado se encuentra en Toledo y no en
Madrid.
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