lunes, 11 de septiembre de 2017

Toledo. Segunda parte

Cuando las tropas de Castilla ocuparon la ciudad, por algún tiempo se tuvo cierta tolerancia para con musulmanes y judíos. Al principio les fue permitido preservar sus religiones pero el hecho de que la mezquita mayor de la ciudad –que a su vez estaba ubicada sobre la antigua catedral visigoda- fuera destruida para ser reemplazada por una nueva catedral católica es una clara muestra de que hay tolerancias más tolerantes y otras menos.
La nueva catedral fue el primer edificio de estilo gótico de España y habría de ser por varios años fuente de inspiración para otras tantas iglesias. Claro que, como todo en Toledo, se trata de un estilo gótico con alguna que otra reminiscencia árabe.
Con los reyes católicos –para variar- algunas de estas cuestiones empezaron a cambiar. En 1492 (¿casualidad?) se expulsó a los judíos de la ciudad y las pocas mezquitas y sinagogas que habían sobrevivido se transformaron en iglesias y conventos.  
Por esa época Toledo, que era una de las más grandes ciudades de la península, se convirtió en una de las sedes de las corte que itineraba por el país. Y cuando la corte llegaba a la ciudad también se instalaban en el pueblo toda clase de personajes. No sólo sátrapas, conspiradores, espías y aduladores. También había artistas que itineraban junto con reyes y nobles, pintándolos/as y, de paso, haciendo algún que otro trabajito para las iglesias locales.
 
Entre los muchos que llegaron a Toledo con la corte estaba el Greco, que decidió instalarse en Toledo de forma permanente y no seguir yirando por el país como bola sin manija. Como dato anecdótico, cuando los españoles cobraron conciencia acerca de la importancia histórica de la figura del Greco y quisieron construirle un museo pensaron en hacerlo en la casa donde había vivido. Sin embargo no quedaban registros de cuál era exactamente la casa que había sido suya. No hay problema. Compraron una y decidieron que, en adelante, sería esa la casa.
Hacia principios del siglo XVI Toledo era, definitivamente, una de las ciudades más importantes de la península ibérica y uno de los centros artísticos del renacimiento español. Por aquel entonces Madrid apenas figuraba en el mapa y si los reyes tenían un castillo allí era porque (cuenta la leyenda) era un lugar propicio para la caza de osos y jabalíes.
Claro que eso iba a cambiar en los siglos siguientes. No me refiero únicamente a los osos que, dicho sea de paso, fueron tan eficientemente cazados que no quedó ninguno.  En 1561  se estableció que Madrid fuera la sede principal del gobierno español y lugar de residencia de la familia real. Podría decirse que fue el comienzo de la decadencia de Toledo, que poco a poco comenzó a estancarse mientra la no tan lejana Madrid crecía y prosperaba.
Como en tantos otros lugares, este pasado glorioso seguido de largos siglos de estancamiento y decadencia tiene para los turistas un costado más que positivo. Edificios que a fuerza de abandono y olvido se han conservado en su estado original, murallas preservadas por la falta de crecimiento de la población y cierto espíritu nostálgico que, lejos de ver en las viejas construcciones estructuras vetustas y pasadas de moda, las reverencia como a los testigos de un pasado más glorioso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso lugar, sin dudas