lunes, 23 de mayo de 2016

Encuentre las siete diferencias: Callejeando

Número uno. Los alemanes callejean. Siempre. No importa que llueva, que truene, que haga frío. Lo mismo da. Salen, van de un lado al otro. Nadie le tiene miedo a la lluvia ni a cualquier otra inclemencia climática. No parecen ser especialmente amantes de las capuchas ni de los paraguas. Caminan, se la bancan y san-se-acabó. Aplica a todas las edades, bebés incluidos. Hasta los más chiquitos necesitan salir a tomar aire. Camperita abrigada y techo impermeable en el cochecito y listo.
Número dos. La birrita. En los barrios donde hay bares la gente va tomando cerveza por la calle. Desde las ocho de la noche (horario que ya califica como noche y hora de salir) la gente incluye sentarse en la vereda, caminar o fumar en la calle como planes de salida. Siempre con la consabida cervecita a mano. Normalmente es una botellita pero, llegado el caso,  puede ser una lata. Y caminar por la calle con una cerveza en mano a las diez u once de la noche con tres grados bajo cero ES un plan de salida nocturna para mucha gente. Es un misterio. En los horarios de almuerzo mucha gente también se junta en la vereda de su trabajo y/o universidad y se toma una cervecita (quisiera imaginar que sin alcohol, algo que –contra todo pronóstico- también es popular en estas latitudes).

Número tres. La comida. Hay mil lugares de comida rápida o de comida al paso. En general son casi siempre turcos, italianos, indios, chinos o vietnamintas. Otras opciones incluyen lángos -de Hungría- o, naturalmente, wurst. Estos lugares suelen tener mesas altas afuera o, en su defecto, una especie de barra. No así, sillas. Es que en la calle se come de parado. O sentado en un rincón, haciendo la parabólica humana para que todo lo que está en el Kebap o el Dürüm (o en la cajita de comida china) no riegue el piso. Es más barato y rápido. La calle es un lugar donde se come (y se toma). Por si fuera poco, no sólo comen de parados, sino también caminando. Y de algún modo lo hacen. Con su cajita de comida china pescando fideos mientras avanzan por la calle y se toman el tranvía…

Número cuatro. ¿Frío? ¡Nein! No importa que haga frío. Las mesas de afuera de bares y restaurantes se usan lo mismo. ¿5 grados bajo cero? Kein Problem, todos los barcitos, cafés y restaurantes tienen mantas para sus mesitas de afuera. Te ponés la manta sobre las faldas y listo, a seguir disfrutando del aire libre.
Número cinco. Bicisendas. Normalmente pintadas de rojo o hechas con baldosas rojas, marcan el dominio de los ciclistas. Y que se cuide el peatón que se cruce en ellas. Dresden no es una ciudad muy extrema en ese sentido, pero siempre hay que tener cuidado porque quienes andan en bici por las sendas suelen hacerlo a velocidades propias de un viaje intergaláctico.

Número seis. Pichichos. Los alemanes sacan sus perros a pasear. Normalmente con correas, a veces con bozal y, en poquísimas ocasiones, por ejemplo en un parque, los sueltan, pero están super entrenados. Normalmente son diminutos. Chihuahuas, caniches toy, salchicha. Todos mini. No ladran, no tarasconean. No nada. Casi no son perros. Y el dueño/dueña, usualmente -aunque ya enganché a unos cuantos que no- con bolsita y palita. O usando las bolsitas que están en unos tachos especiales diseminados por la ciudad.

Número siete. La vereda y los cruces. En general hay semáforos. En general se respetan. Pero –para nuestra sorpresa- muchos peatones hacen un poco lo que quieren cuando ven que no hay autos cerca. No siempre esperan la señal de cruce luego de que pasa un tranvía. Es cierto, a veces las señales de precaución en un cruce de tranvías siguen encendidas mucho tiempo después del cruce. Nosotros hemos optado por la estrategia de “más papista que el papa” y esperamos a las señales en (casi) todo momento. Me parece que por ser ex Alemania oriental hay normas un tanto más relajadas que en otros lugares.
Yapa. El Ampelmann de los semáforos (el señor verde o rojo) de la Alemania oriental tiene toda la onda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho esto de salir aunque haga frío. En Córdoba es mucho más difícil encontrar gente afuera en los días fríos y en los lluviosos ni hablar. Las calles de los barrios quedan completamente desiertas.
Muy buena esta recopilación de diferencias en la rutina cotidiana.