sábado, 7 de enero de 2017

El valle del Loira: la cuna de Francia

Apodado como “la cuna de los franceses” y “el jardín de Francia” el valle del Loira es una extensa zona que cubre 300 kilómetros cuadrados donde se alternan ciudades, pueblos, castillos y campos de vides, cerezas, alcauciles y espárragos.

Dicho así, quizás no suene muy tentador. Visto en fotos, lo es mucho más. En vivo y en directo, bueno, es otra historia.

En todos esos kilómetros hay cerca de 300 palacios y castillos. Aquí se hicieron fuertes los reyes de Francia antes de salir a informales a súbditos, vecinos y rivales cuáles eran sus planes.

Podría decirse que hubo dos grandes épocas de construcción. La primera fue durante los siglos X y XI. Se trató de una serie de fortalezas y castillos con una función más militar que protocolar. Quinientos años más tarde llegó la segunda etapa. En pleno renacimiento, el poder de los reyes de Francia se había consolidado y expandido. La región ya no era una frontera conflictiva, los vecinos estaban, en gran medida, a raya o conquistados. Francia se estaba convirtiendo en uno de los primeros estados centralizados de Europa. Así se dio comienzo a la remodelación de los castillos y la construcción de las residencias palaciegas.
Palacio de Cheverny
Las fosas dejaron de ser defensivas y pasaron a ser estanques decorativos. Los reyes de Francia se hicieron asiduos visitantes de la región, y con ellos, el resto de los sátrapas de la corte. Y claro, como buenos nobles, también necesitaban demostrar quién era quien. Como en esos countries dónde algunos compiten para ver qué casa tiene más columnas, en el Loira la cuestión era quién tenía su palacio más cerca de las residencias reales, quien tenía más torres, la iglesia más lujosa o la frivolidad que fuera.

Chambord
Es el palacio más grande del valle del Loira y también uno de los más icónicos. Combina el estilo medieval tardío con elementos renacentistas, dando origen a lo que se llamó estilo del renacimiento francés. Construido entre 1519 y 1547, tuvo la función de ser un palacio de caza en el que el rey Francisco I residió esporádicamente.
Con el tiempo el castillo comenzó a quedar relegado en las preferencias reales. Comenzó a parecer anticuado y la emergencia del barroco, para colmo, lo dejó pasado de moda. Y el rey de Francia no puede pisar un palacio pasado de moda. No señor (ni señora).
Pero para los reyes, que quedara relegado no significó que tuvieran que deshacerse de él ¿Quién sabe? Siempre se le puede encontrar función a un palacio con coto de caza. Aunque más no sea para ir a pasar el día de la primavera. Resultado, lo conservaron.
Claro que cuando llegó la revolución francesa –y con ella las guerras, invasiones, campañas militares y la necesidad de hacerse de efectivo- la historia cambió. El gobierno revolucionario lo desmanteló y vendió. Palacio por un lado, mobiliario y piso por otro.
De allí en más el palacio vio pasar un desfile de dueños y propietarios, incluyendo a Napoleón Bonaparte, el rey Carlos X y los duques de Parma, a quienes les fue confiscado durante la primera guerra mundial por el estado francés.
Como dato anecdótico, en la segunda guerra mundial, algunos de los principales tesoros del Louvre fueron trasladados a este palacio en un intento poco fructífero de ponerlos a salvo de los alemanes. Con semejante preámbulo nadie se sorprenderá si digo que entre las obras traídas se encontraban la Mona Lisa y la Venus de Milo.

Chennonceau
Después de Versailles, es el palacio más visitado de Francia. Al igual que Chambord, fusiona elementos renacentistas con torres del gótico tardío. Pero no siempre fue así. Antes de ofrecer la forma de puente sobre el río, Chennonceau fue una fortaleza. Construido en el siglo XIV por la familia Marques, fue quemada y reconstruida. Luego vendida, destruida y entre 1515 y 1521 se construyó el actual palacio.
En 1535 el palacio fue confiscado por deudas con la corona. Decir que fue confiscado por la corona es lo mismo que decir que cayó en las garras del rey Francisco I quien, supongo que para sorpresa de nadie, no lo vendió para recuperar el dinero adeudado sino que decidió quedárselo. ¿Por qué no? Si para eso era rey.
Cuando Francisco murió y su hijo fue coronado, el flamante rey se lo obsequió a Diane de Potiers. Diane era una noble cuyo mayor mérito era ser la amante favorita de Enrique.
Pero la historia está llena de revanchas y cuando Enrique murió, su viuda, Catalina de Médici forzó a Diane a entregarle Chennonceau a cambio del palacio de Chaumont. De más está decir que Catalina invirtió una fortuna en el palacio para ampliarlo y, como dato anecdótico, aquí se vieron por primera vez en Francia fuegos artificiales.
Desde entonces el palacio ha pasado de mano en mano, a lo largo de una larga cadena de herencias, deudas, confiscaciones y regalos que han incluido a reinas, duques, condesas y hasta millonarios.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellísimas fotos estas del Valle del Loira. Y una pregunta: ¿Toda la arquitectura es así de blanca? Gran contraste con otros lugares adonde pasearon antes, que tienen construcciones pintadas de muchos colores. Me gustan los colores. Me gusta esa predominancia del blanco.

Nicolás dijo...

En general sí, al menos de lo que vimos nosotros. En el Loira hay mucha construcción en piedra clara. Y sí, un par de kilómetros para un lado o para el otro y la región puede pertenecer a otro mundo, al menos culturalmente hablando