jueves, 24 de agosto de 2017

Madrid (Segunda parte)

El afán embellecedor llevó a los Borbones al trazado de avenidas más amplias, calles rectas y a esparcir fuentes y esculturas por aquí y allá. Ya habrá, de hecho, una entrada para las esculturas madrileñas.
Como dirían Ana Belén y Víctor Manuel... ahí está, la puerta de Alcalá... Abajo, la sede de la Real Academia Española de Letras.
En el siglo siguiente, otro francés, esta vez el hermano de Napoleón Bonaparte se sumó a la fiebre re urbanizadora y se dedicó a demoler conventos para construir plazas a lo largo de la ciudad. Por esa razón popularmente se lo recuerda como Pepe Plazuelas. El apodo intenta, además de hacer alusión a su política urbanística, despojar su nombre de la prompa que él hubiera querido. De hecho, al ser coronado como rey de España asumió el nombre de José Napoleón I Bonaparte.
Cuando en 1860 se derribaron las murallas de la ciudad, los nuevos barrios siguieron el trazado en damero con avenidas amplias y alguna que otra diagonal, siguiendo las pautas de las reformas que el Barón Haussmann estaba llevando adelante en París por la misma época. Y como buen plan de urbanización estuvo asociado a la especulación inmobiliaria que le permitió a algunos amigos de la corona española enriquecerse especialmente.
A diferencia de Barcelona, que estaba viviendo un proceso de ampliación similar, los madrileños ricos rápidamente condenaron el modernismo catalán y se inclinaron por el historicismo y el neoclásico, de líneas más tradicionales e ideas menos heterodoxas.
Eso no significa que en Madrid no haya edificios modernistas pero, ciertamente, son los menos y son bastante menos arriesgados que los de la capital catalana.
Pero no sólo los Borbones, las guerras napoleónicas o los negocios de duques y marqueses han dejado sus huellas en Madrid. La guerra civil española tuvo en Madrid uno de sus principales campos de enfrentamientos, viéndose la ciudad en más de una oportunidad sujeta a los bombardeos de las fuerzas aéreas de Alemania e Italia. Y la reconstrucción posterior se encargó de dejar claro quien había ganado y quien había perdido. Claro que hoy muchas de estas alusiones han sido suavizadas o retiradas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Definitivamente, otro estilo. Igualmente muy lindo de ver.
¡Y la sede de la RAE! Había un lugar físico para algo que ha sobrevolado tantas conversaciones a favor y en contra a lo largo de los años ...
Saludos desde otra fracción del mundo hispanohablante

Nicolás dijo...

Jajajaja... Es increíble pero al final la RAE despierta pasiones encontradísimas y es más citada (a favor o en contra) de lo que uno imaginaría. Conozco a alguien (no voy a dar nombres) que luego de ver la palabra "arrocería" en varias publicidades de restaurantes fue inmediatamente a consultar la página virtual de la academia en cuestión para comprobar la inexistencia de tal palabra y justificar su enojo por semejante "bestialidad". Luego se pegó la indignación del año al comprobar que la palabra estaba aceptaba.

Anónimo dijo...

Jajaja
Hace poco estuve leyendo sobre campañas para exigir la supresión de palabras y/o acepciones e incluso expresiones que los distintos diccionarios recogen como si así fuera a impedirse su uso por parte de los hablantes.
Me sorprende que se exija el ejercicio de la censura

Historia de Segundo año dijo...

Puede que la mera existencia de algo como un academia de letras (real, plebeya, española, francesa o lo que fuera) que haga un diccionario ya sea en sí mismo un ejercicio de censura. Al dejar fuera (por voluntad o ignorancia) tal o cual palabra ya están ejerciendo el poder de normar. Al decir "variante peninsular aceptada" o (en contraposición) "a pesar de constituir un error gramatical suele ser de uso frecuente en algunas regiones de Latinoamérica" están valorando que "usos agramaticales (incorrectos)" de España hay que aceptar y que "groserías que hacen los sudacas" hay que fumarse por lo habitual de su "bestialidad". En fin, la RAE y los diccionarios son un tema de debate interesante. Y si no pregúntele a uno que yo sé que se encuentra en plena cruzada contra el uso de la palabra "guarnicería" para referirse a un tipo de restaurante cuya especialidad aún no llegamos a comprender.

Anónimo dijo...

Jajaja