lunes, 2 de octubre de 2017

Las delicias de la Moravia profunda. Parte I

Nuestro viaje por Moravia nos encuentra con la misma preparación linguïstica que nuestras anteriores aventuras en Europa oriental. Básicamente, cero. Null, Zero, cero. O sea que partimos, una vez más, sin la más remota idea del idioma del lugar. En este caso, el checo.

Oficialmente la República Checa es parte de la Unión Europea. Tanto como Polonia o Hungría, países que también hemos visitado y que comparten algunas características. Primero, todos ellos han estado del lado comunista de la cortina de hierro y pertenecen a esa suerte de vaguedad geográfica que se ha dado en llamar Europa oriental.

Segundo, todos estos países son de incorporación relativamente reciente a la Unión Europea. Los tres se han beneficiado utilizando los fondos y subsidios de los que dispone la unión y han comenzado a modernizar su infraestructura (aunque a un ritmo que no ha sido el de la Alemania oriental o el de los países del Báltico). Además, por una razón u otra, ninguno de ellos ha adoptado aún el euro.  

En nuestro caso se suma un tercer factor común. En los tres países se hablan lenguas de las que no tenemos ni la más remota idea. El polaco y el checo son lenguas eslavas y en algo se parecen. Pero lo escueto de mi vocabulario polaco (hola y gracias) no me reporta mayor ventaja a la hora de vérmelas con un(a) hablante de checo. De hecho, de este último idioma sólo conozco dos palabras: pivo (que es cerveza) y pivovar (que es el lugar en el que se la bebe). Ergo, estoy (¡estamos!) al horno.

Es cierto que en Praga nadie necesita hablar checo para moverse por la ciudad. Bueno, casi que no es necesario hacer nada para moverse por la ciudad. Basta con ubicar el río humano que fluye llevando turistas de un lado al otro y -simplemente- dejarse arrastrar. En general, tanto en el circuito más turístico como fuera de él, con inglés (y/o alemán) alcanza y sobra. Tampoco es imposible cruzarse con alguien que también hable español.

En la Moravia profunda la historia es otra. En Brno (la ciudad n la que hicimos base) está relativamente (palabra clave: relativamente) extendido el conocimiento de rudimentos de inglés. Es posible dar con gente que habla alemán también. Como en todo, hay gente que habla mejor y casos en los que la palabra rudimentos parece por demás apropiada. 

Saliendo de Brno el panorama se complejiza. Los museos, castillos y palacios, por ejemplo, que deben ser visitados únicamente con visita guiada no tienen visitas en inglés. Ni hablar de otros idiomas. Se realiza la visita en checo y a cada quien le dan un papel con la traducción de lo que dice el/la guía. O un extracto. O algo.

Ir al restaurante tampoco es fácil. No todos los restaurantes tienen menúes en inglés. Reformulo la frase. Apenas algunos restaurantes poseen ofrecen cartas en otro(s) idioma(s) que no sean checo. No me refiero a lugares a kilómetros de distancia del centro de la ciudad. En general, si te salís de la plaza principal y de los bares que están justo al lado de la atracción del lugar ya estás metido/a en la Moravia profunda. AL menos en cuanto al idioma se refiere.

Quizás sea yo que estoy un poco sugestionado pero, en general, fuera de Praga (y aún allí tampoco siempre) es difícil encontrar un trato que (nosotros) podamos identificar como amable para con los turistas, al menos, los extranjeros. Es cierto que en este momento la República Checa tiene un gobierno un tanto conservador con una política fuertemente antiinmigratoria y especialmente antirefugiados. Pero el tema parece ir más allá de eso.

Polonia y Hungría comparten un panorama similar, al punto de quejarse sistemáticamente de la tiranía de la unión que los obliga a adoptar normas que consideran casi dictatoriales. No quieren recibir refugiados, realizan controles exagerados en las fronteras y se resisten a adoptar algunas reglas del resto del bloque. Eso sí, ninguno de los tres países rechaza ni un solo euro de los subsidios. Y más de una vez se quejan de las intromisiones de las autoridades europeas, como cuando un funcionario de la unión criticó la decisión del gobierno húngaro de prohibir (¡con multa y todo!) que las parejas del mismo sexo se besasen en la vía pública. Tal cual lo leés. 

Pero al margen de esta cuestión, es como si (casi) cada persona a la que le hablás en inglés te respondiera bufando, poniendo cara de otro que no habla nuestro idiomaY no es que nos dedicásemos a charlar con la gente por la calle. Por el contrario, nuestra interacción con los locales estuvo bastante acotada. Principalmente nos limitamos a tratar con el personal de las oficinas turísticas, cajeros/as de museos, de supermercados, de estación de tren y no mucho más que eso. Sí, también con mozos y mozas, pero con ellos/as la comunicación fue mucho mejor. 

Tampoco es tan grave. No necesito que la señora que vende las entradas del castillo  sea amable. Y si quiere suspirar con cara de suplicio porque no hablo checo, que lo haga. Cada quien es feliz como puede y quiere. 

2 comentarios:

LRS dijo...

Un pivovar sería como ub samovar pero se cerveza? Como con canillita? La famosa chopera acaso?
En tu vocabulario polaco falta una palabra que olvidaste o censuraste... Kurva!!!

Nicolás dijo...

Es verdad, me olvidé de esa ;-) Quizás sea porque, por las dudas, he preferido no utilizarla, no vaya a ser cosa de terminar con un ojo en compota