sábado, 21 de octubre de 2017

Una semanita en Inglaterra: Londres (segunda parte)

Entre los siglos XVI y XVII pasó de todo en Londres. Enrique VIII, (sus mujeres) la reforma y el nacimiento de la iglesia anglicana. Los divorcios de Enrique VIII, las decapitaciones de sus esposas menos afortunadas, Cate Blanchett Isabel I, los baños de leche, Shakespeare, su relación con Gwyneth Paltrow, Francis Drake, la revolución inglesa, Cromwell, la república, la vuelta de la monarquía, el teatro de El Globo y el gran incendio de Londres.
Seguramente te sonará el hit infantil Arde Londres, arde Londres, se incendia, se incendia, socorro bomberos, traed las mangueras… Sí, se incendió Londres en el 1666 (para beneplácito de los fanáticos de las teorías conspirativas que involucran al diablo, Luzbel, Belcebú o el príncipe de las tinieblas). 
No fue ni el primero ni el último gran incendio, pero se encargó de barrer una buena parte de la arquitectura medieval que la ciudad preservaba. Hoy una columna lo recuerda (es la que está en la oscura y londinense foto de arriba), como así también a sus víctimas.
El siglo XVIII comenzó un poco mejor para Londres. O no sé si mejor es la palabra exacta para describirlo. Digamos que fue menos accidentado. Se inauguró la catedral de St Paul, se desarrolló el actual sur de la ciudad y el puerto (hoy transformado en una suerte de Puerto Madero) se extendió. 
También durante el siglo XVIII el rey compró una casita llamada Buckingham. Acto seguido la amplió, la volvió a ampliar y la casa poco a poco se transformó en palacio. De la casa original, lo único que debe quedar es el nombre.
El Siglo XIX fue, definitivamente, una época más que significativa para la capital inglesa. Se transformó en la mayor ciudad del mundo y se afianzó como el principal centro financiero.
Picadilly Circus, que no es un circo sino más bien una suerte de rotonda hecha plaza

La revolución industrial también dejó su huella en la ciudad, con sus grandes estaciones de trenes, las estructuras de acero con sus techos vidriados, las chimeneas, el aire insalubre, Jack el destripador, los edificios de ladrillos... 
Claro que -negocios inmobiliarios de por medio- esa parte más oscura industrial de Londres hoy está mucho más desdibujada. Y a pesar de que sí existen toures de Jack el destripador y de que sobreviven aquí y allá algún que otro callejón de esos que se ven en la serie Ripper Street, ese costado de la ciudad es hoy más una evocación literaria que otra cosa.
Arriba, Trafalgar Square. Abajo a la izquierda, la columna de Nelson.
Puede que suene extraño pero también Napoleón contribuyó (de un modo especial) a construir una parte del perfil actual de la capital inglesa. A pesar de que -más allá de algún intento de invadir Irlanda- los franceses nunca pusieron un pie en Inglaterra, la guerra contra Napoleón dejó su huella urbana: Trafalgar Square (para recordar la derrota naval de los franceses) y la columna de Nelson (el almirante artífice de la victoria), entre otros monumentos. 
Hablando de literaura, no pudimos con nuestro genio y entre otros lugares incluimos en nuestro (kilométrico) itinerario unas cuántas paradas literarias. La casa de Scherlock Holmes en Baker Street, el teatro de Agatha Christie, el teatro El Globo (réplica del de Shakespeare), su monumento... Tampoco quedaron fuera la dirección en la que se supone (al menos en los libros) vivó Hercules Poirot (el detective-protagonista-resolvedor de misterios de buena parte de las novelas de Agatha Christie) y hasta tuvimos que pasar por Kings Cross para tomar algún tren.
Otro aporte de los siglos XVIII y XIX es la casi infinita cantidad de monumentos de la reina Victoria, palacios de la reina Victoria, plazas de la reina Victoria, esculturas, plazas, calles, puentes y todo lo que se pueda imaginar. La reina Victoria, el imperio, las colonias, las conquistas...
Más claro, echale agua. El museo imperial de la guerra...
Eso sin mencionar la gran cantidad de museos donde, gracias a la vocación imperial de Inglaterra, se apilan las obras de artes, las momias, los obeliscos y las columnas venidas de medio mundo.  

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