Metros y metros de casas de dos, tres o cuatro plantas. Todas iguales (o casi). Con ladrillo a la vista o revocadas. Practicamente idénticas, sólo diferenciadas por algún que otro detalle. Es probable que haya pocas cosas más auténticamente londinenses: el parlamento, las cabinas telefónicas rojas y el puente de la torre.
No puedo resistirme a fotografiarlas. Me resultan tan fotogénicas como los canales o las casitas de ladrillos en Holanda, Bélgica y el norte de Alemania. La carne es débil y luego termino deshaciéndome de unas cuántas de esas fotos. Menos de las que debiera, como siempre.
Si abundan en Londres, ni hablar del barrio de Notting Hill. Si el nombre te suena, quizás se deba a la película que protagonizaron Hugh Grant y Julia Roberts que lleva el nombre del lugar. Bueno, lleva el nombre y se supone que aquí fue filmada. Un barrio tranquilo (con excepción de su peatonal saturada-de-turistas), con sus casas de clase media-alta, algunos rincones bohemios y sus negocios de pseudo antigüedades. Digo pseudo porque junto a la porcelana antigua y los tesoros del altillo no faltan las cosas made in China que simulan haber pertenecido a la abuela pero que en realidad fueron manufacturas hace seis meses.
La
verdad es que incluso para quienes no hemos visto la película (o
para aquellos/as que -como Diego- tampoco han oído hablar de tal
cosa-) el barrio no deja de ser una visita más que recomendable. Es
cierto que luchar
por abrirse paso caminar
por la peatonal puede ser un poco cansador pero igual amerita.
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