La última mitad del siglo XIX y la primera parte del XX fueron para muchas algunas ciudades europeas, años de crecimiento. Y no para todas por igual. Mientras que algunas veían aparecer nuevos barrios para comerciantes o industriales adinerados, otras se llenaba de talleres y viviendas insalubres. Otras, alejadas de las nacientes zonas industriales y de las vías ferroviarias siguieron menguando o, en el mejor de los casos, continuaron su letargo centenario.
Que hayan sido años de crecimiento no necesariamente significa que haya habido un enriquecimiento equitativo. Ni que todas las ciudades crecieran del mismo modo ni con la misma intensidad. Pero, en mayor o menor medida, con más o menos intensidad y planificación, no fueron pocas las ciudades que vieron extender sus límites más allá de las murallas que antes las habían protegido pero que para mediados del siglo XIX las constreñían.
Uno de los más claros ejemplos es, precisamente, que tras derribas las murallas de Barcelona el nuevo barrio que surgió adoptara el nombre de el ensanche. Y no sólo la ciudad se ensanchó. También sus calles, que se volvieron más amplias; las veredas, que se hicieron más espaciosas y hasta los edificios, que se volvieron más ampulosos. Incluso en nuestro lado del Atlántico la moda terminó instalándose y, epidemia de cólera y Sarmiento mediante, las clases que podían elegir donde vivían terminaron abandonando San Telmo y Montserrat para instalarse en Barrio Norte y Recoleta.
Ciudades como París se permitieron una cirgugía mayor en toda la ciudad. Otras, se contentaron con disponer de sus nuevos barrios a continuación de los más viejos, normalmente separados de los cascos históricos por esas grandes avenidas y parques que vinieron a reemplazar el lugar en el que se encontraban las viejas murallas.
A pesar de no haber sido una de las economías más descollantes de su época, el imperio austrohúngaro disfrutó de cierta bonanza económica durante ese período. O al menos sus clases medias y altas lo hicieron. Viena, Praga, Budapest, todas ellas crecieron. Brno tampoco fue una excepción. Lo hizo en otra escala, claro, pero el resultado no difiere mucho.
Edificios de estilo neoclásico, art nouveu, Jugenstil y sus variantes descafeinadas (y menos arriesgadas) invadieron entonces los más afortunados (económicamente) de los nuevos barrios que fueron surgiendo.
2 comentarios:
Pensaste en publicar estos recuerdos? Son muy interesantes y las fotos...¡buenísimas!
¡Gracias! Yo no tendría problema en publicarlos/as... lo que me faltaría es una editorial que quiera hacerlo.
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