Número Uno. Efecto sorpresa
Por lejos, una de las mayores diferencias cuando nieva. En
Bariloche parece habitual que las empresas de transporte, el gobierno y todos
en general descubramos que nevó cuando nos levantamos para desayunar. Eso no
quiere decir que en Alemania el pronóstico sea exacto y lo sepan a ciencia
cierta desde la semana anterior. No. El pronóstico es una lotería aquí y allá.
La diferencia pasa en que si a la noche está empezando a neviscar, las máquinas
empiezan a pasar entonces y no a las ocho de la mañana del día siguiente. Como
resultado, muchas de las calles principales se mantienen libres de nieve.
Número dos: Don barredora y el tránsito
Hay máquinas que sacan la nieve de las calles. Quizás no
sean el ejército que muchos quisieran pero son suficientes, al menos, para que
las principales calles y avenidas estén libres de nieve. Y parece que les deben hacer cierto
mantenimiento porque las máquinas aparecen ya con las primeras nevadas. (No sé
por qué tengo la imagen mental de alguien que se levanta a la hora de siempre,
ve que está todo blanco y se dirige al galpón donde yace la barredora tal y
como la dejó después de la última nevada del invierno anterior).
Número tres: Transporte público
Como consecuencia de los puntos número uno y dos, el transporte
público funciona con (casi) total regularidad. El hecho de que muchas líneas sigan
funcionando regularmente aún de noche hace que las rutas se mantengan libres de
nieve. Para las que no, hay barredoras. Y, por las dudas, el proceso empieza
temprano. No es perfecto, obviamente, y si puede que hayan algunas demoras pero
ni se cancelan servicios ni los empresarios protestan como chiquilines. Bueno,
las empresas de transporte público son propiedad de la ciudad, la provincia o
el estado federal y si hay una nevada, todos saben que tienen que salir a
prestar un servicio que el resto de la población necesita.
Número cuatro: Las pidedritas para la vereda
Algo que pasa en buena parte de la ciudad. La calle se
limpia de nieve y para que la vereda no se transforme en una trampa para
peatones/as, se tiran unas piedritas. Pasan en unas máquinas que hacen eso pero
también el procedimiento puede realizarse en forma manual y aún por vecinos/As.
Antes de que comience la temporada de nevada, la ciudad dispone unos tachos con
piedritas en distintos lugares. Cuando cae la nevada, los tachos ya están ahí,
lo único que hace falta es que alguien vaya y tire las piedritas.
Número cinco: Cotidianeidad
No se trata de si la nieve es o no es algo extraordinario
en la ciudad, cosa que por cierto, no lo es. Se trata de la reacción de las
personas. Todo el mundo reacciona con normalidad y prevé cumplir con su rutina
habitual. La escuela, la universidad o lo que fuera siguen funcionando con
normalidad, el transporte también lo hace. Los/as que iban a salir a correr, lo
hacen (con la nieve ¡con qué ganas!). Todo el mundo ventila la casa como si
fuera nada pasara, todos los negocios (incluso las florerías) abren según su
horario habitual y las personas sacan a pasear al perro o a los nenes. Nadie
deja de hacer nada. Eso sí, puede que legado el caso, para los más
chiquitos/as haya trineo y los vistan con ropa de nieve. Pero de salir a
ventilarse, nadie se salva.
Número seis: las bicicletas
No sé como. Podrían usar el colectivo o el tranvía... por un día no le va a
pasar nada a nadie, pero no. La gente sale en bici lo mismo aunque esté
nevando, haya nieve acumulada o, llegado el caso, las dos cosas. Parece que hay
unas ruedas especiales para nieve pero su carencia no impide a nadie salir en
bicicleta. Como si nada. Como si no estuvieran avanzando a la mitad de la
velocidad o con el doble de esfuerzo.
Número siete: el cuelgue
Empieza a neviscar, a lloviznar o lo que fuera, la
reacción lógica sería entrar la ropa que tenés tendida, poner a resguardo la
bici y guardar las cosas que tenés en la vereda. Bueno, acá no. Tenías ropa
tendida, la dejás tendida. Se nevará, helará y algún día se descongelará. Tenías la bici en la vereda, bueno, que se tape de nieve. Tenés una mesa y sillas en
el patio con un cenicero y un centro de mesa, que se cubran de nieve. Más allá
de ciertos casos personales, pareciera que nadie se preocupa sobremanera por lo
que tenga fuera a la hora de la nevada. Si está ahí, se la bancará.
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