lunes, 20 de marzo de 2017

Encuentre las siete diferencias: las nevadas

Número Uno. Efecto sorpresa
Por lejos, una de las mayores diferencias cuando nieva. En Bariloche parece habitual que las empresas de transporte, el gobierno y todos en general descubramos que nevó cuando nos levantamos para desayunar. Eso no quiere decir que en Alemania el pronóstico sea exacto y lo sepan a ciencia cierta desde la semana anterior. No. El pronóstico es una lotería aquí y allá. La diferencia pasa en que si a la noche está empezando a neviscar, las máquinas empiezan a pasar entonces y no a las ocho de la mañana del día siguiente. Como resultado, muchas de las calles principales se mantienen libres de nieve.
Número dos: Don barredora y el tránsito
Hay máquinas que sacan la nieve de las calles. Quizás no sean el ejército que muchos quisieran pero son suficientes, al menos, para que las principales calles y avenidas estén libres de nieve.  Y parece que les deben hacer cierto mantenimiento porque las máquinas aparecen ya con las primeras nevadas. (No sé por qué tengo la imagen mental de alguien que se levanta a la hora de siempre, ve que está todo blanco y se dirige al galpón donde yace la barredora tal y como la dejó después de la última nevada del invierno anterior).

Número tres: Transporte público
Como consecuencia de los puntos número uno y dos, el transporte público funciona con (casi) total regularidad. El hecho de que muchas líneas sigan funcionando regularmente aún de noche hace que las rutas se mantengan libres de nieve. Para las que no, hay barredoras. Y, por las dudas, el proceso empieza temprano. No es perfecto, obviamente, y si puede que hayan algunas demoras pero ni se cancelan servicios ni los empresarios protestan como chiquilines. Bueno, las empresas de transporte público son propiedad de la ciudad, la provincia o el estado federal y si hay una nevada, todos saben que tienen que salir a prestar un servicio que el resto de la población necesita.
Número cuatro: Las pidedritas para la vereda
Algo que pasa en buena parte de la ciudad. La calle se limpia de nieve y para que la vereda no se transforme en una trampa para peatones/as, se tiran unas piedritas. Pasan en unas máquinas que hacen eso pero también el procedimiento puede realizarse en forma manual y aún por vecinos/As. Antes de que comience la temporada de nevada, la ciudad dispone unos tachos con piedritas en distintos lugares. Cuando cae la nevada, los tachos ya están ahí, lo único que hace falta es que alguien vaya y tire las piedritas.
Número cinco: Cotidianeidad
No se trata de si la nieve es o no es algo extraordinario en la ciudad, cosa que por cierto, no lo es. Se trata de la reacción de las personas. Todo el mundo reacciona con normalidad y prevé cumplir con su rutina habitual. La escuela, la universidad o lo que fuera siguen funcionando con normalidad, el transporte también lo hace. Los/as que iban a salir a correr, lo hacen (con la nieve ¡con qué ganas!). Todo el mundo ventila la casa como si fuera nada pasara, todos los negocios (incluso las florerías) abren según su horario habitual y las personas sacan a pasear al perro o a los nenes. Nadie deja de hacer nada. Eso sí, puede que legado el caso, para los más chiquitos/as haya trineo y los vistan con ropa de nieve. Pero de salir a ventilarse, nadie se salva.
Número seis: las bicicletas
No sé como. Podrían usar el colectivo o el tranvía... por un día no le va a pasar nada a nadie, pero no. La gente sale en bici lo mismo aunque esté nevando, haya nieve acumulada o, llegado el caso, las dos cosas. Parece que hay unas ruedas especiales para nieve pero su carencia no impide a nadie salir en bicicleta. Como si nada. Como si no estuvieran avanzando a la mitad de la velocidad o con el doble de esfuerzo.

Número siete: el cuelgue
Empieza a neviscar, a lloviznar o lo que fuera, la reacción lógica sería entrar la ropa que tenés tendida, poner a resguardo la bici y guardar las cosas que tenés en la vereda. Bueno, acá no. Tenías ropa tendida, la dejás tendida. Se nevará, helará y algún día se descongelará. Tenías la bici en la vereda, bueno, que se tape de nieve. Tenés una mesa y sillas en el patio con un cenicero y un centro de mesa, que se cubran de nieve. Más allá de ciertos casos personales, pareciera que nadie se preocupa sobremanera por lo que tenga fuera a la hora de la nevada. Si está ahí, se la bancará.

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