jueves, 31 de agosto de 2017

Carteles de Madrid

No ocurre en todos lados, obviamente, pero en muchas capitales y ciudades importantes los carteles con los nombres de calles, parades y/o estaciones se han vuelto un símbolo o firma del lugar. El Underground (subte) de Londres, el Metro de París, las calles de Praga o Cracovia, todos tienen carteles señalizadoresque se han convertido en una institutución urbanay, de paso, en souvenir. Así es, la industria de producción chirimbolos, recuerdos y afines (muchas de las veces, de calidad más bien olvidable) no deja títere sin cabeza.

El caso de Madrid es bastate especial ya que hay un equilibrio bastante logrado,  (al menos para mí) entre originalidad, pintoresquismo y tradición. A diferencia de los carteles que se souvenirizan a partir de su reproducción al infinito (todas las calles -o estaciones- tienen carteles similares) en Madrid cada calle es única y especial.
En efecto, utilizando azulejos al mejor estilo subte de Buenos Aires (pienso principalmente en las estaciones viejas de la línea D), han creado motivos diferentes para cada calle. El diseño suele resultar más entretenido en la medida en que el nombre de la calle resulta màs extravagante o críptico:

miércoles, 30 de agosto de 2017

Fotos de miércoles

Madrid. Parece que en el teatro Calderón tienen secuestrada a la mujer gigante.

lunes, 28 de agosto de 2017

El departamento de Plauen: ¡déjennos tranquilos!

El sentido común haría imaginar que una vez que ya se ha cerrado trato con la inmobiliaria y te dan las llaves de casa (cuando son las llaves correctas, ejém), ya está… Chau, no habría que lidiar más con la agencia que te la alquiló. Error.

Igual, lo justo es justo y también hay que reconocerlo. Al menos no necesitás lidiar con ellos por la renovación del alquiler. Los alquileres se renuevan (al mismo precio) automáticamente mientras el inquilino siga. ¿De verdad? Sí. Si alquilaste un departamento en el año 2000 y te quedás por cincuenta años, seguirás pagando lo mismo hasta que te vayas. Hasta acá, parece perfecto. Pero… no hay mal que por bien no venga. Y si no te joden con la renegociación de los contratos, bueno te abrochan molestan por alguna otra razón.

Además, para nosotros cada carta es, en si misma, una pequeña movida. Normalmente usan estructuras de tal formalidad que tenemos que leerlas, por simples que sean, unas cuántas veces hasta estar seguros de que entendimos todo. Leerlas, releerlas, buscar palabras en el diccionario y, llegado el caso, preguntarle a algún/a conocido/a si el tema es, efectivamente, el que entendimos.

Más allá de nuestra situación particular, la cuestión suele ser un incordio para todo tipo de inquilinos. Pero… ¿por qué te mandarían cartas referidas con la vivienda si los alquileres no se renegocian? Puffff. Aunque no lo creas, sobran los motivos.

Número uno. Control de medidores. Ya hablé de esto la última vez. Una o dos veces al año se comprueban los medidores de agua caliente de los radiadores que se usan para la calefacción. Uno suele ser el control de los medidores y luego está el control de la empresa que controla al que controla. Ridículo como suena, es así. Y tenés que estar en casa porque tienen que mirar cada radiador.

Número dos. Control de medidores, parte dos. Vienen a medir el consumo de electricidad y agua (fría). En teoría estos medidores están fuera del departamento pero… como siempre puede haber alguna duda y/o problema, te piden que estés en tu casa. En total, entre ambos controles, son tres o cuatro días al año en los que tenés que estar en tu casa de tal a tal otra hora. Y si ese día a esa hora trabajás, tenés que dejarle la llave a alguien. Listo. Sin protestar ni hacer puchero.

Número tres. En general los edificios como el nuestro suelen pertenecer (en su conjunto) a un solo/a propietario/a que puede ser un particular o una empresa. En la ex Alemania oriental suele darse que enormes bloques de edificios pertenecen a una misma empresa. Por muchos años esos edificios fueron propiedad del estado hasta que el gobierno de la ciudad los vendió, a veces individualmente y otras en conjunto. Resultado, a veces hay como doscientos o trescientos metros de edificios y departamentos que pertenecen a una única empresa. Otra veces es una persona o una familia, normalmente de la ex Alemania occidental, que compró el edificio entero por chirolas en la época de la reunificación. Ya sea por una u otra razón, muchos de los dueños/as de los edificios o bien viven en otra ciudad en la otra punta de Alemania o bien son empresas. En ambos casos suelen tercerizar el mantenimiento del edificio. Este tercero/a no es la agencia que te alquiló el departamento sino la que se encarga de la administración. Es la empresa a la que le depositás o transferís el alquiler cada mes.

Para ser Alemania un país en el que todo se planifica con tiempo, es sorprendente como estas empresas pueden cambiar sorpresivamente. Por caso, cuando el 23 de diciembre (¡23 de diciembre!) nos llegó una carta de una empresa XXX anunciando que ellos eran las nueva administradora del departamento y que tendríamos que depositarles el alquiler de enero antes de fin de diciembre en su cuenta. Así como así, sin que la empresa que hasta entonces administraba el edificio nos dijera ni mu. En fin, esto ya lo conté en otro lugar, así que si querés, podés leerlo acá: Regalitos de Navidad.

Número cuatro. Venta del edificio. Un día te llega una carta. De nuevo, media hora de lectura y diccionario. El dueño del edificio designó a (otra) inmobiliaria para que se encargue de la venta (en bloque) de todos los departamentos. O sea, hay una empresa que se encarga de alquilar los departamentos, hay otra que lo administra, podés elegir a la que te provee los servicios, hay una más que es la que mira los medidores y luego una más para chequear que la que controla los medidores hace bien su trabajo. ¿No es suficiente? No. Ahora hay otra que va a encargarse de vender el edificio. ¿Es que no puede dejarnos en paz? Se ve que no.

En teoría, que el dueño del edificio quiera vender los departamentos en bloque no tendría que implicar mayor trastorno. Si fuera que quieren vender solamente tu departamento podría ser un problema. Si la persona que compra tu departamento lo compra como vivienda particular, entonces tenés x cantidad de meses para irte. Pero si es alguien que compra un edificio entero, salvo que se una comuna hippie, lo más probable es que lo quiera por la renta y, entonces, es muy posible que quiera que sigan los inquilinos actuales.

Obviamente, para entender todo esto tuve una sesión de terapia con Susanne, mi tándem de Alemán-español con la que una vez a la semana nos juntamos a hablar en ambos idiomas. En fin, la cuestión es que primero la inmobiliaria encargada de la venta quiere visitar todas las casas y te avisan cuando van a pasa a ver tu departamento, si es que es posible. Si no podés en la fecha, no creas que zafás. Tenés que contactarlos y explicar por qué no podés y coordinar una cita.

Acto seguido vienen las visitas. Comprar un edificio entero no es una inversión como para hacer a la ligera, así que los/as compradores/as potenciales quieren revisar todos los departamentos. De nuevo, se pasa una fecha de cita potencial, se avisa por correo (nueva carta hiperformal que hay que desencriptar) y ponerse en contacto. Si se puede en la fecha en cuestión (normalmente un sábado a media mañana o mediodía), todo bien. Sino hay que ver qué se puede hacer; proponer una fecha alternativa, dejarle la llave a alguien más o algo.

Por supuesto, el día de la visita finalmente no viene un interesado sino unos/as cuántos. Y te revisan la casa de pe a pa. La cocina, el living, el dormitorio, el baño, el cuartito que tenemos en la escalera para guardar cosas. Intercambiás tres palabras y siguen su inspección por otros departamentos.

Esperemos que las dos visitas que ya tuvimos de interesados/as en comprar el edificio hayan sido las primeras y últimas. Algo me dice, sin embargo, que ya sea esta o cualquier otra (e inversomil) razón, alguien seguirá jodiéndonos escribiéndonos cartas crípticas y requiriendo algo de nosotros.

sábado, 26 de agosto de 2017

El departamento de Plauen: impuestos y servicios

Si de impuestos y servicios se trata, al menos en Dresden, hay básicamente tres grandes familias de servicios que hay que pagar. Bueno, cuatro, si contamos el alquiler. Están el alquiler, los gastos compartidos, la corriente/agua y el impuesto a la televisión. Los cuatro son gastos fijos. El alquiler es el más obvio y no necesita ser explicado. Es el que conocés de entrada. Después vienen los gastos compartidos. Son los gastos comunes a todo el edificio. De acá sale la plata para iluminación común, el Hausmeister (que es una especie de portero que viene cada tanto, limpia y repara cosas) y la calefacción. Y se paga directamente a la empresa que administra el edificio (que no es necesariamente la misma que te lo alquiló). Quizás uno de los más extraños sea para nosotros el impuesto de la televisión. No importa si tenés o no tenés tele. Los medios públicos en Alemania se consideran como servicios que cumplen una función social y, de algún modo hay que financiarlos. Así que hay un impuesto mensual destinado a eso que todos los hogares tienen que pagar. Por último pero no por eso menos importante está la corriente. Se trata de la electricidad y el agua. Al igual que los otros es un gasto fijo.

¿Cómo? ¿no hay medidores? Por supuesto que los hay. Y entonces ¿para qué los tenemos si después pagamos un costo fijo? Porque es Alemania y las cosas fáciles también se pueden hacen del modo complicado. En lugar de decirte mes a mes cuánto gastás y cuando tenés que pagar, los departamentos tienen una suerte de número fijo a pagar de agua/electricidad en función de los metros cuadrados, la cantidad de habitaciones y ciertos cálculos maquiavélicos que desconocemos. Luego, al finalizar el año hay un control de medidores. Con esas lecturas de medidor en mano, la empresa decide si lo que pagaste a lo largo del año cubre lo que consumiste, si tenés que pagar un plus extra o si, por el contrario, tienen que devolverte plata. De más está decir que nosotros estamos en este último grupo

Lo cierto es que para ser Alemania la (supuesta) cuna de la eficiencia, el método es bastante precario. Esperar a fin de año para saber si tenés que poner plata extra o si, por el contrario, te cuidaste de más y van a devolverte algunos euros… ¡por favor! ¡nadie puede hacer un control mensual de medidores! Se ve que no y que nadie se sorprende por este tipo de funcionamiento que para nosotros parece tan especial.

Supongo que una de las razones por las que el sistema no podría funcionar con chequeos mensuales de los medidores, por lo menos con los de agua caliente, es que los medidores de los radiadores están dentro de las casas. Es más, no sólo están dentro de las casas sino que cada radiador tiene el suyo propio. Eso implicaría que una vez al mes tendría que venir alguien de la empresa a ver los medidores de cada casa. Sí, ya sé, tampoco es algo que parezca tan complicado.

En general vienen a ver los medidores de los calefactores una vez al año. Luego, también es posible que vengan a una o dos veces más a chequear que los medidores funcionan bien. Parece que como el chequeo de los medidores está tercerizado, también hay controles para saber que la empresa hace bien su trabajo. De nuevo, pagarle a alguien para chequear que el que chequearhace bien su trabajo parece demasiado intrincado. Pero, como dije, esto es Alemania. Y si las empresas tercerizan la comprobación de los medidores, otro tanto ocurre con el control de las empresas tercerizadas.

jueves, 24 de agosto de 2017

Madrid (Segunda parte)

El afán embellecedor llevó a los Borbones al trazado de avenidas más amplias, calles rectas y a esparcir fuentes y esculturas por aquí y allá. Ya habrá, de hecho, una entrada para las esculturas madrileñas.
Como dirían Ana Belén y Víctor Manuel... ahí está, la puerta de Alcalá... Abajo, la sede de la Real Academia Española de Letras.
En el siglo siguiente, otro francés, esta vez el hermano de Napoleón Bonaparte se sumó a la fiebre re urbanizadora y se dedicó a demoler conventos para construir plazas a lo largo de la ciudad. Por esa razón popularmente se lo recuerda como Pepe Plazuelas. El apodo intenta, además de hacer alusión a su política urbanística, despojar su nombre de la prompa que él hubiera querido. De hecho, al ser coronado como rey de España asumió el nombre de José Napoleón I Bonaparte.
Cuando en 1860 se derribaron las murallas de la ciudad, los nuevos barrios siguieron el trazado en damero con avenidas amplias y alguna que otra diagonal, siguiendo las pautas de las reformas que el Barón Haussmann estaba llevando adelante en París por la misma época. Y como buen plan de urbanización estuvo asociado a la especulación inmobiliaria que le permitió a algunos amigos de la corona española enriquecerse especialmente.
A diferencia de Barcelona, que estaba viviendo un proceso de ampliación similar, los madrileños ricos rápidamente condenaron el modernismo catalán y se inclinaron por el historicismo y el neoclásico, de líneas más tradicionales e ideas menos heterodoxas.
Eso no significa que en Madrid no haya edificios modernistas pero, ciertamente, son los menos y son bastante menos arriesgados que los de la capital catalana.
Pero no sólo los Borbones, las guerras napoleónicas o los negocios de duques y marqueses han dejado sus huellas en Madrid. La guerra civil española tuvo en Madrid uno de sus principales campos de enfrentamientos, viéndose la ciudad en más de una oportunidad sujeta a los bombardeos de las fuerzas aéreas de Alemania e Italia. Y la reconstrucción posterior se encargó de dejar claro quien había ganado y quien había perdido. Claro que hoy muchas de estas alusiones han sido suavizadas o retiradas.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Foto de miércoles

Madrid. Ahorristas estafados, indignados y víctimas de la especulación financiero-inmobiliaria denuncian a los bancos que no quieren cumplir con la nueva normativa que los ampara. De todos modos, ¿hay algún banco que no esté del lado oscuro?

lunes, 21 de agosto de 2017

Madrid (Primera parte)

Por curioso que parezca, la primera mención histórica de Madrid nos llega desde la época árabe. De hecho, la mencionada no es Madrid sino su antecesora mora, Magerit. Magerit nació como castillo alrededor del año ochocientos para proteger la frontera norte de la que era en la época la ciudad importante de la región, Toledo.
¿De qué (o quién) había que proteger a Toledo? Principalmente, del reino de Castilla (en menor medida, también de León), que estaba en pleno proceso de (comillas, comillas, comillas) "Reconquista". La Reconquista es el nombre que se dio a las campañas militares que lanzaron los reinos del norte de la península para ocupar los territorios que habían formado parte del reino visigodo y que los árabes habían ocupado algunos siglos antes. Puesto que ya no existía un reino visigodo, aquello más que una reconquista era una conquista a secas, pero para los reinos de Castilla, Portugal o León ellos eran los legítimos herederos de los visigodos porque, sobre todo, eran cristianos.
En el 932 el rey de León entró finalmente en Magerit aunque la historia estaba lejos de acabarse ya que pasó de manos de leoneses de nuevo a las de los árabes y, finalmente, a las de los castellanos poco después del año 1000. En el interín la ciudad fue incendiada y su castillo destruido en más de una oportunidad, desdibujando así una parte del legado musulmán de Madrid que es hoy en día casi inexistente.
Doscientos cincuenta años después, ya asegurada la región bajo el dominio de Castilla los reyes empezaron a hacerse visitantes asiduos de la región y decidieron que fuera uno de las tantas sedes de la corte. 

¿Qué llevaba a los reyes de Castilla este pueblito semi olvidado? Por raro que suene, la caza. Aparentemente había buena caza de cerdos salvajes y de osos. De ahí a la incorporación del oso al escudo de la ciudad hay un solo paso. Aunque claro, en más de quinientos años nadie ha visto un oso en toda Madrid.
A partir del siglo XIV la Corte comienza a establecerse con más frecuencia y por mayor tiempo en la ciudad. Más allá de la caza, su ubicación central respecto de Castilla primero y España después contribuyó a reforzar su posición como sede de la corte.
Arriba y abajo a la derecha, la Plaza Mayor de Madrid, uno de los antiguos puntos neurálgicos de la ciudad y en la actualidad, epicentro de turistas y vendedores de souvenires.
En 1561 Felipe II decidió instalar la corte en Madrid de modo definitivo. Pronto el pueblo creció más allá de sus murallas y se hizo necesario llevar adelante nuevas obras. Con todo, cuando los Borbones llegaron al trono español, no pudieron evitar ver en Madrid un pueblo oscuro, mal ventilado, lleno de callejones y demás horrores indignos de un descendiente de Luis XIV, nacido y criado en Versalles.
Arriba a la izquierda, una parte del Palacio Real de los Borbones, a la derecha, la catedral de la Almudena, principal iglesia de Madrid.

Así que hicieron lo que los monarcas franceses mejor sabían hacer. Edificaron un nuevo castillo, el actual Palacio Real (aunque en él no viven actualmente los reyes).
 Arriba, el patio de honor del Palacio Real. Abajo, vista global de la catedral.
Bueno, y ya que estaban, ¿por qué detenerse ahí? Edificaron otro palacio de descanso en el Prado, donde actualmente funciona el Museo de Pintura y Escultura.
El Palacio del Prado. Originalmente se encontraba en las afueras de la ciudad, aunque hoy diríamos que es casi pleno centro. En el Museo del Prado se conservan buena parte de las obras del siglo de Oro español. Como nota al pie, es posible entrar gratis todos los dìas durante las últimas dos horas del horario de visita. 

sábado, 19 de agosto de 2017

El departamento de Plauen: lidiando con la inmobiliaria germana II

Enviamos los papeles de vuelta a la inmobiliaria y dos días más tarde llega el contrato de alquiler. Claro que desde la inmobiliaria nadie nos avisó que nos habían aceptado como inquilinos ni mucho menos. Ni siquiera nos escribieron un mail para decir che, estén atentos que les mandamos el contrato para que firmen y nos devuelvan. Nada. Simplemente nos mandaron el contrato.

El contrato tiene un problema de tipeo, así que hay que arreglarlo. Además, está a nombre de Diego, por lo cual no tenemos claro si yo tengo que firmarlo o no. Así que le pedimos a alguien que llamara a la inmobiliaria y preguntara. En la oficina de la inmobiliaria nadie sabe nada. Dicen que van a averiguar pero que si sólo está a nombre de Diego, que lo firme él y listo. Y si hay un error, que lo arreglemos con liquid paper. Sí, tal cual como lo acabás de leer.  Con corrector y ya. Un contrato de alquiler. Que lo corrijamos, lo firme (Diego) y lo mandemos, que ellos nos van a devolver una copia firmada a la brevedad. Claro que la brevedad se demora y al cuarto día decidimos llamar a la inmobiliaria.

Si a vos también alguna vez te vendieron el cuento de la organización y la eficiencia alemana quizás te sorprenda saber el motivo de la falta de noticias. Finalmente la persona responsable se enteró de nuestra situación y decidió que yo también debía firmar el contrato pero, pequeño detalle, se olvidó de notificarnos. ¿Qué? Sí, al parecer hacía falta que yo también firmara el contrato pero se olvidaron de decirnos. De decirnos o de mandarnos el contrato de vuelta. En cuanto se vuelve evidente la situación se ofrecen para a mandarlo por correo. Dejá, voy yo a la inmobiliaria  y lo firmo ahí. Sorpresa, para variar nos dieron una nueva cita.

Llega el día de la cita, vamos a la inmobiliaria y firmamos el contrato. Ahora hay que esperar a que lo firme el dueño del edificio para que nos envíen la copia firmada y podamos hacer el depósito de la garantía y del primer mes de alquiler. En teoría falta una semana así que no debería haber problema. Pero, sorpresa, los días pasan y el contrato no llega. Faltan tres días para la fecha de entrega de las llaves y ni noticias del contrato. En la inmobiliaria dicen que no saben nada, que ellos ya lo enviaron y que sólo podemos esperar. Dos días. Un día. Ok, hagamos el depósito de todos modos.

Finalmente, para cuando llega el día de la entrega de las llaves, nadie sabe dónde está nuestro contrato. En la inmobiliaria no tienen idea y, para completar el panorama, la persona que debe entregarnos las llaves del departamento descubre que ha traído las llaves incorrectas. Sí. Se confundió. Perdón, no son las llaves. Y hoy ya no tengo tiempo para ir a buscarlas. Mañana… a ver, no, mañana tampoco. Les podamos dar una cita para dentro de dos días. What? ¿Qué? A ver, alguien que me explique. Tenés que traer las llaves. Te equivocás y traés las de otro departamento. Tenés que traer el contrato, pero nadie sabe dónde está y por si fuera poco, encima no podés solucionar la que te mandaste a la brevedad porque para mañana no tenés cita. Por un momento siento que es una joda. ¿No tenés citas disponibles en la agenda? ¿Querés que te ayudemos nosotros a hacer tu trabajo?

Dos días más tarde de la fecha corregida con liquid paper que figura en nuestro contrato hacemos nuestra entrada triunfal en el departamento. En realidad, lejos de ser una entrada triunfal parece el juego de la llave de Feliz Domingo. La persona que en esta ocasión ha mandado la inmobiliaria (que no es la misma que vino antes y se confundió de llave) tiene algunos problemitas para abrir la cerradura. Así y todo logra hacerlo y se dispone a cambiarla. ¿Cambiar la cerradura? Sí. Es como una especie de garantía de privacidad y se supone que, al mismo tiempo, una simplificación para la empresa que administra el edificio ya que, en teoría, todos los departamentos vacíos tendrían la misma cerradura y se abrirían con la misma llave.

Sí, sé lo que estás pensando. Yo también lo pensé. ¿Y entonces? ¿por qué la señora que vino la última vez a “entregarnos el departamento” tenía la llave incorrecta y no pudo entrar? Parece que trajo la que iba a ser nuestra llave futura pero se habría olvidado la que tiene actualmente el departamento. Diría que el sistema no es a prueba de opas pero me parece que es quedarme corto.

Luego se procede con el inventario. Un momento, si el departamento está pelado, ¿para qué tanto inventario? Porque acá nada se pasa por alto. ¿Las paredes están pintadas a nuevo, se anota, hay tres enchufes blancos, se anota, las puertas están pintadas pero se nota que no recientemente y por lo tanto en lugar de ser blanco-Ala son blanco-tiza y tienen manchas de uso? Sí, adivinaste, se anota. Todo.


Después del inventario detalladísimo, lo otro que se anota es el estado de medidores de electricidad y también los de la calefacción, que es con radiadores de agua caliente. Después, con los registros de los medidores hay que ir a una empresa prestadora de servicios (electricidad, agua y agua caliente para calefacción) para pedir que nos den de alta. Cada vecino/a puede elegir qué prestador de electricidad quiere. Cada empresa ofrece promociones y ofertas que son más o menos interesantes en función del consumo histórico del cliente. Claro que nosotros no tenemos tal cosa así que nos terminamos decantando por la más grande, la Drewag. Yo imaginaría que después de tanto lío alguien de la empresa tendría que venir a chequear si los números que declaramos en el estado de los medidores son correctos. Pues no. Basta con volver a firmar un par de formularios para que te den de alta. Al menos eso es fácil.

jueves, 17 de agosto de 2017

El departamento de Plauen: lidiando con la inmobiliaria germana I

Para los primeros tres meses de nuestra estadía alemana tuvimos un departamento en un edificio de la universidad destinado a recibir a visitantes extranjeros que vienen a la Universidad Técnica de Dresden o a cualquiera de los institutos que pululan por el pueblo. Se trata, nos anticiparon, de una estadía de tres meses. Luego tenemos que buscarnos un lugar. En teoría no se puede prolongar ese plazo pero sí acortar.

El instituto donde está Diego ha dispuesto que la bibliotecaria nos ayude en la tarea de buscar un hogar. Sentimos que es una verdadera suerte porque luego de mis primeros intentos de comunicarme en alemán siento que no puedo hacer ninguna operatoria más compleja que pagar (con tarjeta) en el supermercado. El resto, mientras sea saludar, soneír y presentarme, está bien pero más de eso, imposible.

Gracias a Larita descubro un mundo de ofertas a través de un mega portal inmobiliario en el que empresas y particulares cargan sus ofertas. Muchas vienen acompañadas por fotos del lugar y con ellas llega un dato preocupante. Los departamentos se alquilan, por definición, sin cocina ni mesada. Nada. Nada de nada. Ni mesada, ni bacha. Sólo hay paredes peladas. Blancas. Y nada más. No hay cocina (léase, artefacto para cocinar) ni mesada, ni bacha. La mayoría de las veces, ni siquiera una canilla. Incluso en algunos casos se ve que han retirado hasta los cerámicos. Sí, tal cual. No son muchos los casos en los que esto pasa pero tampoco es tan insólito como parece. En fin…

Tratamos de no descorazonarnos. Si es así, es así. Bueno, eso digo ahora que ya estamos instalados con todas las bondades del siglo XX. En ese momento casi me dan ganas de ponerme a llorar. Lamentablemente, con lágrimas o sin ellas, el plazo para abandonar el departamento de la universidad seguía pendiendo sobre nosotros. Tic, tac, tic, tac.

Además de utilizar la susodicha página de Internet, también nos dedicamos a caminar por los barrios en los que nos gustaría vivir buscando carteles de alquiler, notas o algún dato que nos ayudara. En la tarea también nos asistió Nubia, nuestra hada madrina y compañera de grupo de Diego.

Normalmente yo me imaginaría que ya sea por inmobiliaria, ya sea en forma privada, visitar un departamento debería ser algo relativamente simple. Error. Hay que escribir (o llamar). Presentarse. Pedir una cita. Coordinar fecha y esperar. Esperar porque salvo particulares con cierto interés en alquilar el departamento a la brevedad, las citas se suelen planificar con una semana de anticipación. O dos, si es un departamento chico que se alquila por inmobiliaria. Sí, tal cual lo leés. En el país de la eficiencia, alquilar un departamento es de todo menos una tarea rápida y expeditiva. Hay que respirar hondo y cruzar los dedos.

Si tenés suerte y contactás una inmobiliaria en forma telefónica y te atienden (algo que no siempre pasa) podrás pedir una cita para ver el departamento. En promedio, hay que esperar una o dos semanas. Al menos en Dresden. Quizás en otros lugares la realidad sea otra. Si no te sentís lo suficientemente calificado como para llamar por teléfono y preferís mandar un e-mail puede que tengas que esperar dos (que ya es un milagro), tres o cuatro días para obtener una respuesta. Cualquier respuesta. Incluso gracias por contactarnos, ya nos pondremos en contacto con usted.

Entre esta pachorra modalidad de dilatación temporal y los problemas de salud de la persona que nos ayudaba, pasamos dos semanas sin recibir ninguna noticia real. Bueno, noticias sí hubo. Algunas eran del estilo de perdón, pero este departamento sólo está disponible para una persona soltera; lo siento pero buscamos inquilinos que se queden como mínimo cinco años, o cosas por el estilo. Tic, tac, tic, tac.

En general, cuando alquilás un departamento chico estás exento de pagar comisión a la inmobiliaria. La comisión la paga el dueño del lugar. Como resultado, los empleados de inmobiliaria carecen de cierto estímulo para mostrar los departamentos. Y cuando finalmente acceden a hacerlo lo hacen como si de un trámite se tratara. Bueno, listo, ya lo viste. ¿Qué te parece? ¿lo querés sí o no?. Y no pidas ver de nuevo una habitación en la que ya estuviste porque no te van a poner buena cara. Bueno, quizás nuestra experiencia con inmobiliarias germanas no sea excelente pero hasta ahora me animaría a decir que no conozco a nadie que haya tenido una relación esencialmente diferente.

Tic, tac, tic, tac. Mientras las visitas a otros lugares se demoraban indefinidamente y el fin de nuestro segundo mes se acercaba decidimos expresar nuestro firme deseo de alquilar uno de los primeros lugares que habíamos visto. Bien, nos dijeron de la inmobiliaria. En dos días estarán el contrato y los papeles pero antes tenemos unos formularios para ustedes.


En los formularios en cuestión te preguntan de todo. Si tenés mascotas, si tocás instrumentos, si tenés instrumentos, a qué hora los tocas, a qué hora escuchás música, si tenés seguro de accidentes, si esto o aquello. También tenés que contestar si los autorizás a buscarte en una suerte de veráz que existe acá. Siempre podés decir que no, alegar que es una violación a tu privacidad o a lo que fuere. Y la inmobiliaria también puede decirte que, en ese caso, prefiere no tenerte de inquilino. En fin…

miércoles, 16 de agosto de 2017

Foto de miércoles

Granada. Sin comentarios.

lunes, 14 de agosto de 2017

Las cuatro (o más) estaciones (de la decoración germánica)

Quizás por cierta tendencia hacia el consumo (relativamente desmedido) que tienen germanos y germanas, hay una serie de negocios que tienden a adoptar formato de todo x 2 pesos, supermercado o, llegado el caso, de tienda al mejor estilo Falabella.

Hay dos o tres cadenas de negocios de todo por un euro (o afines), dos cadenas de supermercados deperfumería (que tienen exactamente los mismos productos a, más o menos, el mismo precio), zapaterías que tienen esta estética supermercadista y dos o tres lugares con productos y cosas de decoración.

De estos últimos se trata, precisamente, esta entrada. Con casi dos años de residencia en Alemania (¿ya? sí) hemos comenzado a notar cierta periodicidad de recambio en las cosas que ofrecen. Normalmente estos negocios tienen una parte que está todo el año (velas, tiradores de cerámica, vajilla, decoración de cumpleaños) y una sección aún mayor de productos de decoración estacional. Sí, acá muchas personas (hay excepciones) decoran sus casas en función del almanaque. El ejemplo más claro es Navidad. Desde septiembre (¡septiembre, por favor!) estas tiendas comienzan a llenarse de árboles, Papá Noel(es), velas, estrellas, bolas, lucecitas y todo lo que se te ocurra. Para mediados de octubre las mesas y estantes con productos de Navidad han conquistado más de dos tercios del total del negocio. Para principios de noviembre la tendencia continúa pero en el sector de ofertas y saldos ya podés conseguir las primeras cosas de navidad con precios rebajados porque esto es Alemania y no te pueden vender desde fines de septiembre hasta diciembre las mismas cosas. A falta de renovación del público, deben renovar el stock.

Más allá de lo delirante de comenzar a vender decoración de Navidad a finales de septiembre hay otra cuestión. Porque, cuando termina el circo la parafernalia navideña y los Papá Noel, las estrellas y las bolas salen de escena, hace su entrada triunfal la decoración de invierno. En enero y en febrero también hay que decorar. Y ¡horror! no se pueden usar los motivos navideños. Quizás con excepción de renos, alces y ciervos, el resto del cotillón navideño desaparece y entran los motivos de nieve, almohadones de piel, mantas, pingüinos, osos polares y un sinfín de elementos que hacen pensar en el mundo escandinavo (con excepción de los pingüinos, claro).

Para cuando ya estamos todos clamando por la llegada de la primavera, cansados del frío y de la oscuridad -pero aún lejos de que las primeras flores comiencen a aparecer- llega la floración plástica. Los negocios de decoración se deshacen de los osos polares y compañía y aparecen tulipanes, narcisos y otras flores de estación en sus formatos real y artificial (en las más diversas gamas de calidad). Los almohadones dejan de tener motivos escandinavos o de nieve y todo comienza a llenarse de flores y pajaritos. Pareciera que todo se vuelve verde con blanco, rosa o amarillo, colores que dan una sensación más primaveral que el combo blanco-negro-gris del diseño nórdico o el blanco-rojo oscuro-azul.

Para mediados de marzo la decoración de primavera debe ceder algunos de los espacios que ha ganado. Dentro de un mes será Pascuas. Así que los huevos (en infinidad de variantes, tamaños y motivos) hacen su ingreso. Huevos para colgar (se usa decorar los árboles en los jardines o macetas), huevos de cerámica para poner sobre la mesita ratona, almohadones ovalados, huevos pintados, portamacetas con forma de huevo. Lo que sea. También llegan los pollitos y los conejos. Estos últimos, al por mayor. Conejos de cerámica, de porcelana, de peluche, de madera, de lo que te imagines.

Pasada la pascua hay un nuevo interregno primaveral con más flores artificiales, vajilla con flores, sets de camping, canastas de picnic y demases. Claro que ahora todo esto viene con otras flores estampadas. De los tulipanes y narcisos ya nada queda. 

Para cuando vamos promediando mayo ya tenemos los primeros elementos veraniegos. Principalmente, con motivos playeros y náuticos: barcos, anclas, delfines, caracoles, estrellas de mar, veleros, reposeras, lonas. Este verano, hasta flamencos... sí, cual si estuviéramos en Miami.

Más allá del rosa de los flamencos, pareciera que los colores veraniegos son el azul, el celeste, el blanco… (demasiado, si me consultan, aunque está claro que nadie lo hace). A veces me pregunto si alguien efectivamente comprará anclas de madera de 50 cm de alto para decorar su living, si usarán un velero como centro de mesa en los meses de verano o si alguien regalará veladores con forma de faro. La cuestión es que ahí están y ocupan, nuevamente, más de la mitad del negocio.

Con la decoración de verano suele ocurrir lo mismo que con la de Navidad. Por ser un período más largo suele haber renovación de stock, por lo que cambian ligeramente los motivos pero siempre se mantienen dentro del área hasta que a fines del verano comienzan a aparecer las primeras cosas con frutas. Es el preludio del otoño: la época de la cosecha. Aparecen zapallos y calabazas (reales y artificiales), bellotas, piñas, frutas de plástico y apenas unas semanas después comienzan a llegar los productos de madera (árboles sin hojas, ardillas, zorros). Los almohadones, servilletas, manteles y afines ahora vienen con tonos rojizos, ocres y marrones. Hojas secas (como siempre, en su variante real y de plástico), hongos, corteza de árboles, animales hechos con ramas y pinocha. Lo que se te ocurra. Si te hace pensar en el otoño, seguro que lo venden.

Para la segunda renovación de stock seguramente habrán entrado calladitos los primeros pinos y hojas de muérdago. El círculo está completo. El calendario marca que un año ha pasado y que pronto la decoración de navidad comenzará su lenta pero inexorable conquista de las mesas y estantes. El ciclo vuelve a empezar.

Desde nuestra perspectiva parece casi un disparate una locura pensar en tener una (o más) caja(s) de decoración que vamos cambiando a lo largo del año. Con la excepción de Navidad (y ésta con mis reservas) no puedo imaginar una decoración estacional. Pero por estas tierras el consumo es el consumo. No para todos/as obviamente porque conocemos alemanes/as que no cambian su casa ante cada estación pero sí para unos cuantos/as.

sábado, 12 de agosto de 2017

Despistaico el muchacho

Granada. Febrero de 2017. Desde las once llevamos esperando en esta estación de micros que, como buena parte de las construcciones de Andalucía, está terriblemente escasamente preparada para los pocos días de frío que hay al año. Naturalmente, esta noche ES uno de esos momentos. Estamos esperando el micro que nos llevará a Madrid y nos depositará en la terminal de la capital española a las seis de la mañana.

Claro que dormir en el micro que nos lleva de Granada a Madrid no es como dormir en un coche cama. El servicio no es, por decirlo de algún modo, premium. Es algo similar a un semi cama normalito y para cuando llegamos a Madrid, a duras penas entiendo dónde estoy.

Bajamos y frente a la fresca de la madrugada madrileña y la oscuridad que todo lo invade decidimos refugiarnos en la terminal para desayunar algo y tratar de recomponernos. El único café abierto está en una especie de gran patio de comidas y consiste en una serie de mostradores dónde los/as empleados del lugar atienden los pedidos a una velocidad que en mi aturdimiento me parece asombrosa.

Mientras esperamos en un mostrador a que nos atiendan escucho que la chica del mostrador de al lado le pregunta a su cliente si en su desayuno prefiere churros o porras. Presto atención porque se trata del mismo menú que pedí yo. No sé que es exactamente una porra, pero parece una suerte de churro grande. Me quedo pensando un segundo (o quizás fue un rato más largo) y oigo que alguien (me) grita ¿churros o porras? Diego me mira con cara de te están hablando a vos. Tengo que responder. Por un instante me pregunto de dónde vino la pregunta. Giré mi cara hacia la chica del mostrador de al lado (ya que de ahí me parece que había venido la pregunta) y grito ¡churros! por toda respuesta.

No me pregunten por qué la chica del mostrador de al lado me preguntaría qué quiero con mi desayuno y no la que nos estaba atendiendo a nosotros. Fue cosa de un segundo. O bueno, de nuevo, quizás mi ensoñación estuviera alterando mi percepción del tiempo. Para cuando me doy cuenta de la ridiculez de lo que acabo de hacer, lo miro a Diego y a la mujer que nos atiende. Diego me sonríe y veo que está claramente tentado. La señora me mira con cara de este tipo debe estar drogado. Diego la mira y le dice, perdón, es que no durmió bien. La señora se ríe. Sólo atina a decir; despistaico el muchacho a modo de respuesta. Entonces caigo en la cuenta. La que me preguntó si quería churros o porras no es la chica del mostrador de al lado sino, efectiva(¡y lógicamente!), la persona que nos atiende. Pienso en la situación y me imagino a la señora preguntándome qué quiero y me veo girando la cabeza en la dirección opuesta y gritando ¡churros! No puedo evitar reírme. Seguramente reírme me ayude a despabilarme un poco.   

jueves, 10 de agosto de 2017

El barrio del Albaicín

Bajando desde la Alhambra por el paseo de los tristes se bordea una parte del Albaicín, el antiguo barrio musulmán de la ciudad, auténtico laberinto urbanístico y ramillete de callejones, escaleras y pasillos que llevan a los portales de los patios. El Albaicín, salpicado de iglesias y conventos que fueron mezquitas y que incluso conservan algunas de sus torres.
El barrio que desde la Alhambra parece blanco pero que en sus calles comerciales ofrece colores y perfumes como si se tratase de un auténtico bazar. Donde nunca se sabe si doblando la esquina te vas a encontrar con un portal árabe del 1300, un pedazo de muralla, un aljibe tapiado o una capilla diminuta.