lunes, 11 de diciembre de 2017

Manual básico de supervivencia turística

LETRA P 

Pasaporte
¿Estás en un país europeo y vas a ir a otro? Hay que llevar pasaporte. Sí, ya sé… la Unión Europea, el libre tránsito, el acuerdo Schengen y la mar en coche. Pero no. En tiempos de crisis de refugiados y controles antiterroristas, cruzar una frontera es como jugar a la ruleta. Puede ser que pases e Suiza a Alemania con una camioneta llena de muebles y que nadie te pare o puede ser que de Dresden a Praga te paren dos veces para controlar los documentos. Todo es posible. Y si tenés un permiso de residencia alemán, bueno, igual hay que llevar pasaporte. Para colmo, cada autoridad tiene su librito. Al policía checo no le importa que tengas permiso de residencia alemán, él quiere ver el pasaporte. Quizás dos días después pasaste a Suiza y para comprar un pase de tren te alcanzó con el permiso, bueno, no hay que cantar victoria. Para la que controla pasaportes en el aeropuerto de Basilea es necesario mostrarle las dos cosas y si le das sólo el pasaporte te ladra. “Si vive en Alemania es evidente que tiene que mostrarme también el permiso alemán”. Señora, sí señora.

Pases (de museos y castillos)
A pesar de que las entradas a los museos importantes más famosos no suelen ser especialmente caras (y de hecho en Londres muchos son gratuitos), cuando empezás a sumar, todo cuenta. Por eso, en muchos casos es siempre convenientes ver cuáles son las ofertas de combos. Por ejemplo en Berlín te cuesta (muchísimo) menos comprar el pase diario para la isla de los museos o el ticket que incluye todos palacios de Potsdam que ir pagando uno a uno. Lo mismo en Viena. Otras veces puede que la opción más conveniente sean los pases o tarjetas de la ciudad, que combinan entradas gratis, otras con descuentos y transporte. Sin embargo, si te manejás a pie o no pensás visitar seis museos en tres días, quizás no sean la mejor opción. Hay que ver en cada caso.

Perfume
Fragancia con la que muchos/as europeos/as tratan de tapar sus olores naturales producidos por la acumulación de sudor y/o falta de aseo. Ver olores.

Pizza
Alimento salvador que existe en todos los países europeos, se llama del mismo modo en (casi) todos los idiomas y es, por lo general, relativamente económico. En general suelen tener un diámetro de 33 cm (estándar) y ser notablemente más finas que en Argentina, por lo cual suele estipularse su consumo en una por persona. Eventualmente pueden consumirse dos entre tres personas pero no es de lo más habitual. De más está decir que si no entendés ni mu del menú, al menos sabés qué esperar cuando te traigan la comida.

Placas
Aquí vivió Goethe. Allí estuvo Schiller. En esta escuela estudió Einstein. En esta casa nació Wagner. Las ciudades europeas están llenas de edificios donde hay placas que indican algún evento histórico relevante o curioso. A veces se trata de casas natales, de lugares donde vivieron o en los que, llegado el caso, se alojaron algunos de los popes (y no tanto) de la historia. En ocasiones se trata sólo de lugares en los que estuvieron alojados tres días O menos. En los casos de Napoleón, Goethe y Schiller, la industria de la placa alcanza niveles insospechados, ya que por distintos motivos los tres anduvieron yirando de lo lindo por esta parte del continente.

Pommes (frites)
Las viejas y queridas papas fritas. Pomme de terre (manzana de tierra, en francés) es el nombre que se usa en el mundo francoparlante (y en Bélgica en general) para las papas. De ahí a Pommes frites no hay gran misterio. Como los belgas las inventaron –o al menos eso dicen- casi patentaron el nombre. ¡Hasta los alemanes le dicen así a las papas fritas! Son, sin lugar a dudas, la guarnición por excelencia del mundo germánico en general e incluso en Francia se las encuentra por todos lados. Lo más probable es que comer barato sin que te encajen pommes te resulte casi imposible.

Polskibus
Pesadilla del transporte de larga distancia. Polskibus es una empresa de transporte interurbano de pasajeros de Polonia que si por algo es famosa es por el inexistente espacio entre asiento y asiento. Y no es sólo que Diego haya viajado incómodo. Incluso yo, que no soy especialmente alto (ejém, sin comentarios, por favor) sentado toco con mis rodillas el respaldo del asiento de adelante. Sobre todo debe evitarse en viajes largos.

Praga
Capital de la república Checa y parada obligada de casi cualquier tour por Europa. La ciudad es ciertamente muy linda y ha salido prácticamente ilesa de ambas guerras mundiales. Así que su fama no es inmerecida y bien vale la pena. Lo otro que vale la pena es afinar el cuidado. Las calles del circuito turístico de Praga son como un río de turistas salpicado de arbolitos que aquí y allá gritan al mejor estilo de la calle Florida change, Euro, dollar, wechsel… Bajo ningún concepto hay que cambiar dinero en la calle. Las leyendas urbanas a este respecto son innumerables. También hay que estarse atento a los vueltos, a veces las monedas de euros puede confundirse con las de coronas checas y zás. En muchos negocios también es posible pagar en euros pero, chequeá bien el cambio, porque lo más probable es que el lugar vaya a hacerse una diferencia importante y que pagar en euros te cueste más caro de lo que hubieras querido.

Primark
Cadena de tiendas de ropa. No tiene mucho diseño ni lleva marca o calidad. Lo que ofrece es la otra pata de la ecuación. Precio. Con valores absolutamente delirantes (remeras por uno, dos o tres euros, pantalones cortos por cuatro euros) Primark es, en las ciudades en las que está, una atracción para visitantes que compran bolsones de ropa a precios inverosímiles. Como seguramente los costos de la ropa son bajísimos a causa del trabajo pseudo esclavo de gente en Bangladesh, Sri Lanka, China o Taiwan es un lugar en el que comprar tiene sus reparos. Pero si estás en medio de una emergencia o te encontraste con un verano heladísimo y tenés un presupuesto acotado, no está mal.

Propina
Dícese del dinero que se deja (en caso de estar satisfecho/a con el servicio) en un restaurant o café. A pesar de existir en casi cada cultura, la propina suele funcionar de modo diferente en cada lugar. Cuentan las malas lenguas que en París en más extraña de lo que suele creerse y que muchos/as parisinos/as suelen ser bastante amarretes a la hora de dejarla (si es que lo hacen). En España y en Italia (lo mismo que en Argentina) suele dejarse sobre la mesa, después de pagar. En muchos casos puede estar compuesta por algunas monedas que -idealmente- se acercan al 10% del total consumido aunque también puede ser menos. Por el contrario, en el mundo germánico suele incluirse a la hora de pagar lo consumido (incluso si pagás con tarjeta) y tenés que informarle al mozo/a cuánto querés que te cobre. Normalmente se encuentra en torno al 10%. Más generosas parecen ser las propinas en Hungría, que -según cuenta la leyenda- representan alrededor del 15% de lo consumido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muerte al Polskibus!

Nicolás dijo...

Jajaja... tranquilo, nunca más te van a obligar a usarlo...