jueves, 21 de septiembre de 2017

Giverny (¡y Vernon!)

Si Giverny está en el radar turístico, con el perdón de los locales, es principalmente por una razón. La casa (¡y el jardín!) de Claude Monet.

Sí, está bien. Lo reconozco. El pueblo es lindo y junto a la vecina localidad de Vernon (no confundir con el tío Vernon de Harry Potter) están en proceso de ser declarados patrimonio histórico y cultural de UNESCO. Sí, las maisons à colombage –como se llaman a las casas de dos, tres o más pisos con estructura de madera y relleno de piedras, adobe y/o ladrillo- son por supuesto pintorescas. Pero son igualmente típicas de la campiña inglesa, Normandía, Bretaña, Alsacia y el oeste de Alemania. Definitivamente, sin Monet, Giverny no sería Giverny. O sí, pero seguramente el flujo de visitantes sería menor.
Pero empecemos por el principio... Giverny está en la frontera entre Normandía y la Île de France, justo donde comienza la primera. Se presume que en su actual emplazamiento hubo un asentamiento galo luego ocupado por los romanos. Y los documentos romanos se refieren a la ciudad como “Warnacum”. ¿Cómo se llega de Warnacum a Giverny? Ni idea…

Parece que el pueblo entró en un largo letargo dedicándose al cultivo de vid por los siglos de los siglos. En algún momento de la edad media se construyó la iglesia Santa Radegunda (no me van a decir que nunca escucharon hablar de ella) y se ve que cansados por tan ardua tarea, sus habitantes volvieron a dormitar otros cuatro o cinco siglos.

En 1883 llegó al pueblo un tal Claude Monet, de profesión, pintor. Y se quedó. Se quedaron, debería decir, porque vino con su mujer y sus doce (¡doce!) hijos (en la cuenta estaban los míos, los tuyos y los nuestros). Para 1890 empezó a gozar de las bondades de ser uno de los padres del impresionismo. No sólo comenzó a comer a diario sino también a viajar para pintar y compró la que sería su casa.
Como Monet quería pintar sus impresiones sobre escenas de estaques, nenúfares, jardines y puentes japoneses tuvo que proveérselos. 
Con dedicación e ingenio (y algo de paciencia y dinero) terminó convirtiendo su casa en la inspiración de sus cuadros. Y su jardín en la envidia de más de uno de sus vecinos.
A medida que Monet y el grupo de artistas renegados impresionistas fueron siendo aceptados por la academia y, fundamentalmente, por el mercado artístico de la época, la casa de Giverny se convirtió en si misma en una institución. 
No sólo por ser el escenario de muchísimos de sus cuadros, sino también por haber recibido las visitas de Cézanne, Renoir, Matisse… y un largo etcétera.
A pasitos nomás de Giverny se encuentra Vernon. De hecho, salvo que contrates una excursión, para ir de París a Giverny tenés que pasar por Vernon. La primera mención que se hace del pueblo (acentuar la o al pronunciar y hacer una n corta) es en el año 750. Para el 1200 ya forma parte de Francia.
Si alguien piensa que es una coincidencia curiosa que el nombre de la ciudad coincida con el nombre/apellido inglés, pues no. El nombre fue adoptado por una familia noble local que participó algunos años después de la conquista de Inglaterra, llevando el nombre con ellos al otro lado del canal de la Mancha.

En caso de que te lo estés preguntando, efectivamente ese día la humedad era del mil por ciento, la llovizna era constante y, por si fuera poco, nuestra cámara de fotos estaba de huelga.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mágico Giverny...

Anónimo dijo...

¡Qué belleza esos jardines!
Saludos

Historia de Segundo año dijo...

La verdad que sí. Especial y con unos jardines que te invitan a quedarte ahí, mirando nenúfares y dalias, visitando las habitaciones de la casa de Monet encontrando detalles por todos lados y jugando después a identificar en qué parte del jardín pintó qué...