lunes, 8 de enero de 2018

Kriebstein

Ya sé. Otro nombre que no te suena. Tampoco debería hacerlo. Kriebstein no es ni una de esas mecas de turistas ni un punto obligado de visitas y viajes. De hecho, llegar a Kriebstein es -si no tenés auto- una tarea que -sin ser imposible- tampoco es tan simple. Desde Dresden tenés que tomarte el tren, bajarte en un pueblo absolutamente desconocido, tomarte un bondi (que es -en realidad- una combi), bajarte en un polideportivo, esperar un colectivo que te lleva a pasear por entre pueblos, lagos y colinas y que te deja, si tenés suerte, a un kilómetro de este castillo.
Digamos que no tuvimos tanta suerte como para que nos dejara tan cerca pero tampoco tuvimos tan poca como para que nos dejara a más de dos kilómetros. De hecho, considerando todos los medios de transporte involucrados, el hecho de que hayamos llegado a dónde queríamos en tiempo y forma lo vivimos más bien como una victoria. El que la ruta estuviera cortada por tareas de repavimentación fue más bien una nimiedad frente a todas las cosas que podrían habernos envíado a la loma del cu... a cualquier otro lado.
Como tantos otros castillos, Kriebstein se encuentra en una colina rodeada a uno de sus lados por un río. Dicho de forma simple, un lugar fácil dónde defenderse en caso de ataque. La historia de su fundación tampoco difiere de la de tantos otros lugares de la región. Propiedad del señor feudal local, tenía la función de ser asiento de la familia, sede del gobierno del lugar, fortaleza militar y lugar para protegerse en caso de invasión enemiga.
Mencionado por primera vez en el siglo XIV, el castillo fue ampliado sucesivamente a lo largo de los siglos (y de las familias que lo ocuparon), siendo una de las más importantes la que sufrió en el siglo XV y que le dio buena parte del perfil que hoy lo caracteriza. Aquellas obras fueron dirigidas por un tal Arnold von Westphalien, dato que únicamente traigo a colación porque es el arquitecto maestro constructor del Albrechtsburg de Meissen (Si querés, podés leer El último grito de la moda (gótica)).
Como dato (totalmente) anecdótico, en el año 2009 se filmó aquí una otra versión (alemana) de Blancanieves y los siete enanitos. Para bien o para mal, en nuestra visita no hemos dado ni con una ni con otros y, ante la duda, nos abstuvimos de comer manzanas o dialogar con espejos parlanchines.

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